ENTREVISTA A PANCHA NUÑEZ EN REVISTA LA NOCHE 61, NOVIEMBRE 2013


Escultora de la Escuela de Arte de la Universidad de Chile.

“SIEMPRE HAGO LO QUE QUIERO”

Por Jaime Piña

Sus primeros pasos por la escuela de arte de la Chile son recordados como una niña de campo, con la ingenuidad de un rostro puro, vestida de falda, calcetines blancos con blondas y zapatos de charol, imagen que según ella no duró mucho, porque observó que las otras chicas no se vestían así: “...soy terrible de resentida social, me sentí discriminada por mi modo de vestir, entonces para andar a la moda le saqué los zapatos de huaso a mi hermano y me los puse”. 

Nace en el pueblo de Esmeralda, cerca de Colina, a orillas de un río, en una pequeña cabaña de barro. Proviene de padres campesinos por un lado y de una familia adoptiva por otro, que le dio educación.
Se relaciona con el arte porque quiere pintar paisaje, inspirada por la Generación del 13, con Pedro Lira y Juan Francisco González. Al entrar a la universidad se encuentra con el mismísimo universo, distintas personas y clases sociales con influencias de diversos lugares, ahí abrió su mundo, el que rondaba lo religioso, la imaginería de Julio Verne y la vida de Picasso, Paul Cézanne y Van Gogh, con los que raya y entra a estudiar arte. Postula y da la prueba especial con éxito, dice: “cuando veo mi nombre entre los seleccionados me puse a llorar”. 
Se decide por la escultura, a pesar que sus referencias eran los monumentos de las calles, los milicos, los jinetes y los caballos. Es alumna de Matías Vial en años terribles, donde pasó seis meses picando piedra sin lograr una figura.
Aprende todo sola, siente que nadie la entiende, que no dan un peso por ella, hasta que encuentra apoyo en una escultora que encausa su talento.
Se gana la vida trabajando en la galería Las delicias, cuando se le ocurre llevar sus dibujos a la galería de Carmen Waugh, cuenta: “ella me pregunta, cuánto ganaba en la galería, le digo cuanto, me dice te pago lo mismo si me traes cinco dibujos al mes, fue entonces que por la misma plata dejé de trabajar”.
Se queda en Bellavista y ahí conoce a Pablo Domínguez entre otros pintores. Convive con el arte conceptual del CADA, considera que le hizo bien ese período, realizando algunos intentos con contenidos contestarios y es exonorada de la U. por problemas políticos. Esos dos años fuera de la universidad asiste al Taller de artes visuales donde hace grabado: “ahí había algo que en la U. no existía: la mística del taller y el profesor entregado a su alumno, como Anselmo Osorio...”. En su retorno a la escuela de arte dos años después se encuentra con sus pares ochenteros: Mauro Jofré, Hugo Cárdenas, Carlos Araya, además de TV Star. Aunque se sentía sola en la escultura, con el tiempo metiendo la cuchara y la patita conoce al pintor Samy Benmayor, relata: “fui directamente a su taller, le gustaron mis dibujos y salió la primera exposición, me presta un espacio del taller que tenía en Crucre Manzur con Matías Pinto. Ahí tomé las riendas de lo que quería hacer”.

– ¿Qué querías hacer Pancha?
– Ya ni me acuerdo. Pero sí sé lo que quería lograr y todavía no lo logro: salir en la revista Icarito, jajaja y no es broma...
– Te encuentras de pronto con pintores que estaban en el centro del arte, ¿sabías dónde estabas parada?
– Sí, lo sabía, sé dónde me aprieta el zapato también. Ellos me apoyaron y lo siguen haciendo. Se pliegan a través de la galería Casa larga al movimiento del NO y me sumo a ellos. Participaba activamente de la Agrupación de plásticos jóvenes, lo que incluía imprimir flyer hasta las cuatro de la mañana para la protesta del otro día, trabajo duro, como los murales que hacíamos de noche.
Hubo artistas que se quedaron sin tema cuando acabó la dictadura, porque trabajaron solamente eso. Muchos quedaron en el camino. No me quedé atrás porque en mí había más, como mi vida, mi historia y mi devenir. Hoy mismo doy gracias a la vida por haber estado en el lugar exacto en el momento preciso, fue suerte, porque hubo artistas mejores que yo que no fueron tomados en cuenta y no se pudieron insertar.

– ¿Cuándo se produce el punto donde te haces visible?
– Empecé en la Casa larga, de ahí me fui a vivir a Holanda donde estuve 18 años, fuimos invitados junto a mi amigo Pablo Domínguez por el director del museo más importante de Amsterdam. Nos pagaron todo, más quince días en un hotel cinco estrellas. Les pedimos la plata del hotel y nos fuimos a un okupa. La plata nos duró tres meses a toda raja, viajamos por Europa hasta que Pablo decide volver porque estaba muy arriba de la pelota, yo me quedo porque me ofrecieron un postgrado, Pablo me deja sus pinceles, con el tiempo va constantemente a Amsterdam y se queda en mi casa.

– ¿Qué hacías allá?
– Empecé como todos, limpiando casas, no sabía el idioma, mi inglés era paupérrimo pero con la beca del postgrado me alcanzó para arrendar una piececita, vivir y comprar materiales. Me pasaban un taller donde trabajé harto en escultura básicamente y en serigrafía, vendía mis trabajos también. Me emparejé con un holandés, el tipo era guapo, jajajaja, me dejó loquita. Nunca eché de menos, fue mi segunda patria, se me abrieron todas las puertas, hice todo lo que quise hacer, incluso incursioné en el teatro, con tres obras.

– ¿Por qué te metiste al teatro?
– Quería que las esculturas se movieran, hacía todo, desde construir hasta cobrar las entradas, me fue fatal en lo económico pero la recepción súper bien, el teatro era con marionetas que hacía yo misma, las manejaba desde un segundo piso, abría y cerraba cortinas, ahí viví algo muy bonito que puede parecer irrisorio: me gustó el aplauso, algo propio del teatro que no tiene la escultura que es muda.

– ¿Por qué dejas Holanda?
– Tuve que venirme por razones de fuerza mayor, llegué con una mano por delante y otra por atrás, con el corazón hecho pebre. Ahí caí al hospital siquiátrico, al menos dos veces al año caigo a ese hospital. Se gatilló por mi condición de adoptada, donde surge el tema del abandono...

– Cuando uno ve tus obras llenas de color, se imagina a una Pancha feliz...
– Fíjate que no es así, el color es una capa que cubre todo como una cortina de humo, por ejemplo hago unos gatitos que son súper colorinches con pelos preciosos, a la gente les encantan y los vendo bien, pero nadie cacha que son ciegos, no tienen ojos, ¿curioso no?, la gente queda en la periferia del color y no puede entrar, es algo que hago intencionalmente porque no soy obvia, hay un descubrimiento casi obligado que tiene que hacer el espectador.

– ¿Cuál sería un momento feliz?
– Estar con toda la familia junta, hablo de mis hijas, tengo dos en Holanda y dos en Chile, es lo más importante para mí. Vivo actualmente con dos que tuve con el pintor Omar Gatica y una vez al año veo a mis hijas de Holanda.

– ¿Te sientes sola, acompañada, la gente te quiere?
– La gente me demuestra cariño, pero tengo una coraza muy fuerte que no me hace permeable a cómo me tratan, mi coraza dura me impide ser feliz.

– ¿Has logrado hacer lo que quieres?
– Sí, siempre hago lo que quiero.

– ¿De qué tratan tus exposiciones?
– Al principio eran esculturas tridimensionales y después con el tiempo se empezó a integrar la pintura, hoy hago pinturas grandes donde la escultura se complementa, hago los personajes y los objetos primero, después la distribuyo en el espacio en un relato. Esas esculturas, como otras, están impecables, hechas de cartón, plumavit, género y palos, a pesar de tener más de 20 años.

– Cuando llegas de Holanda, ¿cómo te reinventas?
– Pedí ayuda a mis amigos que me apoyaron con materiales, tenía mi máquina de coser de pedal y empecé a hacer trabajos con género y diversos materiales reciclables, en parte por mi situación económica, pero en buena situación uso lo mismo.

– ¿Cómo llamas a los trabajos que haces con esos materiales?
– Un amigo me dijo una vez que mi escultura era de corte y confección, mis hijas dicen que son de cocina, porque con una mano estoy revolviendo los porotos y con la otra estoy tiñendo un género.

– ¿Son materiales de desecho?
– No necesariamente, empecé pintando y trabajo mucho con cartón de caja porque me gusta, es perdurable y noble. Uso el criterio de la pobla: es lo que hay, trabajo con lo que hay.

– ¿Qué pasa después?
– Hice una exposición importante en el MAVI, que me abrió las puertas a galerías de Alonso de Córdova. Sobre los muebles que hago, surgen porque mi esposo holandés es ebanista, con él aprendí el oficio, aún hago a pedido, no tengo stock, cedo bastante, soy flexible para que el cliente quede feliz, hago sillas como personajes, mujeres gorditas, hago de todo hasta mesas de centro, jajaja.

– Te vas a Valparaíso, ¿cómo te fue ahí?
– Bastante mal, me fui de Santiago para dejar el carrete, vivía en la Comunidad ecológica de Peñalolén y tenía muchos amigos, con asados, mucho vino y fiestas. Me fui a la Plaza Echáurren pero fue peor, estuve dos años.

– ¿En qué estás ahora?
–  Esperando una sala en Viña del Mar, quiero hacer una recreación absolutamente realista de las piezas de Van Gogh y Charles Bukowski y otras que aún no defino. Tengo esa idea en la cabeza y no me lo puedo sacar, es escultura pintura ambientada.

– ¿Al arte lo sobrepasa la vida?
– Hay gente que pasa por la vida y hay otros que la vida los traspasa, soy de los segundos, ahora quiero estar tranquila, sentarme bajo un pino a fumar un cigarro y mirar la puesta de sol.

– ¿Tu trabajo ha sido por esfuerzo y talento propio?
– Sí, un poco lento, mucho trabajo y factor suerte, trabajo con la trifecta como en las carreras de caballos: autoestimulación, celo y perseverancia, esas son mis claves. 

– ¿Te consideras exitosa?
– Sí, la vida me ha dado mucho más de lo que pensé, cuando iba al museo a ver pinturas, nunca pensé ni esperé nada, solo quería pintar paisajes, jajaja, y ahora estoy metida en la media wea...

– ¿Cómo te autodefines?
– Defíneme como quieras, soy constructivista, construyo con elementos de diversa índole. El camino al éxito no ha sido fácil, tiene piedras y espinas. El éxito no pasa por lo económico, tiene que ver con el reconocimiento de tus pares, cuando gané el Altazor fue importante porque lo otorgaron ellos. Siempre agradezco a las personas que me apoyan, así como a mis mecenas, y a mis amigas de la escultura, Patricia del Canto, Verónica Astaburuaga, Cristina Pizarro, Aura Castro y Francisca Cerda.

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