HOMENAJE A LA POETA AMANDA DURÁN / EN LA NOCHE ONLINE
Por Jaime Piña
Daniela Pizarro, conocida por su nombre literario Amanda Durán. Amanda por su abuela materna y Durán por el apellido de su madre.
Fue una niña precoz. En sus ojos grandes y bien abiertos se reconoce una acontecida infancia entre adultos, desarrollando una mirada de sorpresa pero también de complicidad. Tú y yo entendemos lo mismo. Tuvo tempranamente que saber de qué estában hablando los mayores, en señal de inteligencia cachar todo a la primera, lo que la hizo muy despierta e intuitiva. Sé de eso y quiero saber más.La vida con su abuelo fue el sinfín de querer respuestas, dice Amanda en una entrevista para el Club Disney en 1995:
“…le empecé a escribir un poco a los que me rodeaban, después a la gente que no era tan mía, que era como otra gente. Muchas personas me apoyaron para que escribiera, mi padre, amigos y compañeros, pero fue fundamental mi abuelo. Cuando mis padres se separaron tuve que vivir un tiempo con mi abuelo y él me ayudó, preparó y me enseñó qué es lo que tenía que escribir”.
Y así nace su primer libro, “Zona Primavera” (1994), cuando tenía 12 años, con dibujos de su madre y prólogo de Nicanor Parra. Posteriormente vendrían “Ovulada” (2007); “Antro; misa para señoritas” (2010); “La Belleza” (2016); “Nudo” (2019) y “Hoja blanca”.
Lecturas poéticas políticas de la disidencia, donde asistía y participaba Tamara Durán Canales (arriba en la foto), su madre, quien se relacionó con la elite cultural disidente, proveniente de la izquierda que luchaba contra la dictadura, el Partido Comunista. Bautizada en los años ochenta como La Perestroika, su madre fue conocida por su activismo en la Brigada Ramona Parra, como también por su participación en numerosas performances contra la dictadura. Productora de actividades culturales, conciertos del Canto Nuevo y de recitales de Mauricio Redolés, con quien Amanda toma un taller de poesía, comenta Redolés:
“Tuve la fortuna de ser su primer tallerista, a sus doce años. Su padre, el querido Marcelo Pizarro,(escenógrafo del Teatro del Silencio, dirigido por Mauricio Celedón), me pidió que la llevara a un taller de adultos que tenía en el Británico. No puedo, le respondí, es un taller para adultos y ella es una niña. Marcelo con su vozarrón de oso, que no acepta negativas me dijo sonriendo: 'oye, no te estoy preguntando, te estoy diciendo que la lleves. Te voy a pagar, no te estoy pidiendo que la lleves gratis. La pasas a buscar todos los martes y cuando termine la traes de vuelta a casa'. Durante un año la pasé a buscar y a dejar al departamento de Catedral”.
Efectivamente era una niña muy madura, que le conversaba de sus sueños y pesadillas al gran Redolés.
Tamara Durán, participó en el Taller El Patio en Cerrillos, donde también tenía sede la AFI, Asociación de Fotógrafos Independientes, siendo su secretario el fotógrafo Belfor Díaz, compañero de ruta de Tamara, fervientes asiduos de la salsa y quienes llevan a Amanda a todos sus eventos, especialmente al Centro Cultural Mapocho. En reconocimiento a su lealtad, tras su muerte, La Perestroika fue velada con guardia de honor del PC, ante un féretro envuelto por la bandera roja del partido, en la Casona Michoacán, en la calle Lynch Norte, en sus años hogar de Neruda y la Hormiguita.
La vida de Amanda estuvo marcada por el arte, la acción política y su vínculo prematuro con grandes figuras de la cultura, de las cuales aprendió que la poesía podía ser un espectáculo, entre muchos otros, Mauricio Redolés, Carmen Berenguer y Las Yeguas del Apocalipsis. “Su madre Tamara, amiga de Carmen Berenguer y de Pedro Lemebel, –cuenta el artista visual Jorge Cerezo–, fue la cuarta Yegua del Apocalipsis, junto a Pedro Lemebel, Pancha Casas y Carmen Berenguer. Muy cercana a este colectivo, Amanda fue una flor que nació de la energía de la escena de fines de los 80”.Cuando se desata lo público, ella tenía un año, ahí nació lo que se conoció como Las Primeras Protestas contra la dictadura el año 1983, una efervescencia que no se detuvo hasta el plebiscito del 5 de octubre de 1988, cuando el pueblo le dijo No al dictador.
Una niña estimulada y sobreviviente a una niñez convulsa, se hizo mayor muy pequeña, creativa, inventiva, incluso iba detrás de ideas que inventaba, tomaba la iniciativa, como una maga, jugando con su varita mágica. Sí, porque cuando uno reconoce el poder del talento que poseé, su nave madre, su motivo de vida, el transatlántico, su arma atómica, todo adquiere sentido. Porque para ser escritor y poeta no necesitas demasiado, solo lápiz y papel, es el oficio de costo cero más popular de la industria creativa chilena, es la bajada de las ideas y descarga de palabras más fluída y directa del cerebro al papel. Nicanor Parra ironiza con eso, cuando escribe a Amanda el prólogo de “Zona Primavera”:Todo lo vio en la calle y en las casas donde se juntaba su madre, padre y amigos creativos de la cultura, vivencia que la constituyó. Ya desde Violeta Parra que las faunas humanas con intereses afines se juntaban, a preparar grandes ollas de comida para todos y pasar días o fines de semana, comiendo y bebiendo, conversando, conspirando y amando. Como Jorge Teillier, que se juntaba con sus amigos, fuesen poetas o de otras locuras, nunca los eligió por ser buenos o malos poetas, lo dijo el escritor Eduardo Robledo sobre Teillier:
“…era un parroquiano habitual de la Unión Chica, lugar de encuentro de muchos poetas, como Rolando Cárdenas, un lárico, Enrique Volpe, un poeta italiano radicado en Chile, muy amigo de Teillier y Pancho Véjar. Era su oficina de día, los martes por la tarde la Sech y en la casa de Lorenzo Peirano, en la calle Esperanza, donde se hacía vida doméstica. Oreste Plath, Elicura Chihuailaf, Horacio Eloy, Jorge Teillier, llegaban a esa casa, generándose conversaciones espectaculares, Teillier no solamente era un gran poeta, era un intelectual, un cronista y un gran cuentista. No monopolizó la palabra, con Armando Uribe conversaban al calor de una mesa y un buen mosto, generando una gran velada. Se hablaba de boxeo, fútbol, que eran temas que Teillier dominaba. Pero cualquier conversación podía ser el epicentro”.
Las casas, los bares, la calle, fueron la nave de los viajes de los creadores que nos han precedido, como Alejandro Jodorowsky con Enrique Lihn, quienes trazaron una línea recta y caminaron entremedio de los living’s, jardines y patios, tocando el timbre de algunas casas, saltando panderetas, sin desviar su camino trazado en línea recta, cuando Jodorowsky decretó que La Poesía es un Acto:
“…para ser poeta hay que liquidar la poesía. Hay que ir más lejos, hay que liquidarla para llegar al acto poético. Hay que deslizar la poesía a otras cosas. Yo les daría clases de poesía a los policías, a los banquero. Si se escribiera un poema al día el país andaría mejor. Por falta de poesía se está muriendo el mundo”.
Eso marcó mucho al sector más psicodélico, psicomágico, enigmático, holístico, performático, teatral, cabaretístico y marginal del ámbito de la puesta en escena de la poesía. Amanda conoció esa cultura por los mayores con los que se involucró, muchos de ellos fueron padre y madre creativos de ella, además de una parte de la poesía de fines de los 80, de tronco clásico, político y experimental. Puesta en escena vinculada a los derechos humanos en dictadura. Con fuertes reminiscencas del CADA, Colectivo de Acciones de Arte, que nace en 1979, situado por Nelly Richard como integrante de la Escena de Avanzada, formado por Fernando Balcells, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Raúl Zurita y Diamela Eltit, quien afirma:
“La escritura es un mapa, un dispositivo, un elemento fundamental para trabajar signos, aparatos sociales, ficciones. Lo considero estratégico. Por otra parte el CADA surge en dictadura, bajo una política de censura hacia el habla y los decires. Por lo mismo hubo una gran preocupación sobre lo que se decía, cómo se decía y no decir directamente. El CADA fue interesante, porque se desplazó con obras por las ciudades desde el año 79 al 85. Eso permitió ver operaciones con los lenguajes e instalar ciertos escenarios que no estaban enteramente resueltos, salvo cuando se rayaron las paredes con el “NO+”, que le pertenece al CADA desde 1983. Ese momento fue muy estimulante y necesario, porque era una escritura que se hizo en la noche con toque de queda, pero que en definitiva, la ciudadanía fue la que operó con ello. El CADA rayó en colaboración de artistas y esto derivó en “NO+ muerte” y NO+ etcétera”.
Raúl Zurita, expareja de Diamela Eltit, fue quien transfiere una impronta muy potente a Amanda, ya que Zurita, el 2 de junio de 1982, escribe en los cielos de Nueva York un poema de su libro “Anteparaíso”, trasladando la expresión poética del lenguaje al límite, tanto en la significación como en su materialidad. Inaugurando y apropiándose de nuevos espacios para la escritura. En este marco, en el cielo azul de Nueva York, con cinco aviones trazaron en el cielo de Queens los primeros quince versos de su poema “La vida nueva”, usando humo blanco. Escrito a cientos de metros de altura y con cada frase abarcando ocho kilómetros, fue visible en toda la ciudad, combinando lo éfimero del texto con la monumentalidad de la naturaleza, como lienzo para su escritura. Este acontecimiento no fue menor en una niña poeta.
“Atiné a abrir la puerta del auto aún en movimiento, como quien necesita aire o escapar de algo. No me importó que estuviéramos en medio de la carretera…”.
Cuando recibe la llamada que le avisa de la fatal noticia.
“Ese momento exacto, esa caída, minimizada por la baja velocidad a la que iba mi compañero…”.
Amanda tenía una razón para el viaje.
“…esa mañana mi mamá no había contestado el teléfono y eso no era normal, porque amaba las conversaciones largas…”.
Estaban organizando una fiesta donde se iba a vestir de payaso y maestra de ceremonia de esa celebración.
“…habíamos acordado juntas, desde el vestuario, mi peluca de Einstein, la nariz roja…”.
Era el matrimonio de su nieto.
“…mi mamá no se perdería el matrimonio. Por eso cuando no contestó el teléfono la supe ausente”.
La poesía es un tremendo constructo, capaz de cambiarlo todo, el día, la hora y las prioridades.“Mi mamá vivía sola en Pelluhue, un pueblo de pescadores y artesanos, en una casa desprotegida que el gobierno le había dado luego de perderlo todo con el tsunami”, del 27F.
El número de su mamá seguía marcando sin responder.
“Llamé a Carabineros, llamé a sus vecinas”.
Hasta que la información que recibía le hablaba de un cadáver.
“…abrí la puerta del auto, para tratar de detener al corazón y apagar el cuerpo. Arrojarme al piso en medio de la carretera gritando como una niña que acaba de romperse una rodilla. Mamá, mamá, mamá”.
Pasó una no muy buena noche, todos sus familiares trataron de protegerla, para que no viera a su madre muerta.
“…decían, que por la guagua, y me mantuvieron siempre junto a la carroza vacía. Iban y venían Carabineros, gente vestida de laboratorio, luego la Policía de Investigaciones que dijeron que Labocar lo había limpiado todo y que por eso no tenían dónde investigar”.
Al día siguiente la llevaron al médico legal. El informe arrojó múltiples fracturas en su cuerpo.
“Solo atribuibles a una caída desde lo más alto de un barranco o un grave atropello”.
La teoría del médico fue vaga e imprecisa, Amanda se tapaba los oídos mientras él hablaba.
“…apenas abrieron la puerta para maquillar el cuerpo, corrí. Fui la primera en tomar su mano, crujiente, seca y fría, me acerqué al hueco de su frente y lo llené de besos”.
Su velorio y funeral fue en Santiago.
“…entre sopaipillas y vino navegado, se convirtió en una fiesta triste. Fueron dos días en que la gente la homenajeaba y tocaba música o recitaban poesía. Una agrupación de hombres mayores cantó el himno de las juventudes comunistas, mientras contaban emocionados que ella los había salvado de las listas malditas de la dictadura. Escritores, músicos, artistas. Lemebel que apenas podía hablar se esforzó en decir cuánto la quería y Redolés le cantó en el escenario”.
Pasaron seis años para cerrar el caso sin culpables.
El 22 febrero de 2024, recita “Cantos a la Perestroika”, en el Festival Pablo de Rokha, del Teatro Regional del Maule, invitada por Las Escuelas de Rock y Música Popular.Lee Amanda:
“Con la boca bordada de blonda vomita encaje y portaligas, la siempre negra siempre arrastra un tumor de semillas viejas, angostas, traposas semillas florecidas, incrustadas en su piel de muñequita punk. Tan desnuda toda, inmensa era una cicatriz rugiendo océano, rugiendo líquida en ese, el último alarido de su sexo, un gemido esponjoso o consumido.
Esa noche la ciudad era un catre / un lecho de bultos, cada bulto una muerte / crujiente esa noche un llanto / que acanalada o celeste aullaba / (arcadas) / arcadas / arcadas / arcadas que rompen el labio / y una pierna negra, tanto, se deja lamer la angustia. / (otra vez arcadas) / Esta noche su piel es el discurso / este poema puede ser su piel o ella la hoguera / que lo empapa todo de ceniza. Tan linda: chorreando papeles del encaje. Dibujos rojos, más rojos que su carne; fotografías instantáneas del biógrafo infectadas de Pachulí. Ahí Paría la under-póstuma, negra como dije, ronroneando los nombres de sus hijos / con el llanto sofocando el que pudo ser corazón y fue desgarro. / cansada paría / con la carne saturada de ternura / amontonada / dejaba brotar una sonrisa, esa que cargaba a cuestas el patio 29 / y una cuna sin niño acurrucada. Un canto de protesta se enrosca en su cuello / un niño blanco, transparente como Dios / cayéndole a pedazos del rosario, ruego adentro, en la arteria / tan chiquito que pudo ser mentira. Es un parto que no termina nunca / que se estanca en el alma mutilándome / aullando tan cerca de la piel que puede herirte. Ella / se desploma / en mi boca / es un / desagüe”.
A Tamara Durán Canales.
En su Facebook, Amanda recuerda a Tamara, un 31 mayo de 2025.
“Hace 13 años no pude salvarte. Nadie pudo. Después de llorar uno aprende a esperar el suspiro. Ahí donde habitó tu nombre ya habitó el suspiro. Debes saberlo. También que en verdad nunca te fuiste, que me aferré con cada letra a ti, que después en todas esas letras te solté y que después de cada rabia y siempre, con insoportable ternura, te quedaste. No muere una mamá, se aprende. Siempre se aprende. Uno aprende a caminar con la falta. Con el duelo inacabado. Con el suspiro horroroso de dejar de llorar. Nunca más estás y en ese nunca más ya no te busco. No buscar palabras que te anclen a la vida que sin piedad te arrancaron. Aprender que el silencio dice mucho más que una voz rota nombrando tu ausencia, que es mi ausencia, que son todas las ausencias”.
Los episodios son máximos en la pequeñez de los vínculos. A fines de la pandemia me llamó porque quería comprarme unas serigrafías. Fui a dejarle la Menina del Lago y un Nicanor Parra a su casa de La Reina, cuando era feliz, estaba con Nano y sus hijos, con María Luisa Lanas y Juanito Ayala, en una casa con piscina azul, todos arriba de la vida, sobrevivientes de la pandemia.Años después, quizá dos, me llama y me cuenta cómo su marido la golpeó, sin piedad, brutal. Yo me preguntaba, por qué recibía mi escucha, si ese relato tan mortífero estaba en su mundo privado. Después comprendí, que se me acercó, porque puedo ser un receptor de la historia. Luego el calvario que no conocí en detalle, fue que le quitaron a sus hijos, pensé en los excesos del arte o en su delirio trascendente.Años más tarde, nos comunicamos por las redes, yo estaba haciendo eventos artísticos y exposiciones colectivas, acciones que ella conocía y era solidaria, le gustaba participar, fue a varios, nos vimos y la vieron cerca.
Pasó un buen tiempo y por lo que publicaba en las redes estaba mal, no tenía casa y buscaba donde alojar su humanidad transitoriamente. Tenía pareja, un muchacho más joven, porque los hombres siempre la adoraron, era objeto de deseo por su carisma, por su poesía y sus mágicos sueños, pero enganchaba con seres no dimensionados con lo suyo, nadie cercano al background que ella arrastraba. No sabía cómo esclarecerlo, pocos comprendían ese universo. Recién hoy voy entendiendo.
Un día me llamó, para pedirme si se podía quedar en mi casa, pero le dije que no, que no habían condiciones para acoger a una poeta, a una amiga como ella, porque el estándar era muy alto, pero en su fragilidad me dijo que no le importaba lo precario. Me llama por segunda vez a la semana siguiente y le digo que bueno. La fui a buscar a un hotel en calle Serrano, baja sus cosas, que eran bolsos y cajas abultadas, nos miramos y supe que sufría, que estaba ante una artista. Estábamos felices por la libertad, pero eso estaba condicionado al infinito mundo que llevaba adentro. Estaba en un diseño escriturial, que tenía que ver con miradas sobre el mundo político cultural, llevado a letras, cosa que ella sabía muy bien, publicando en El Ciudadano y la web de la Bío Bío. Sus emociones y percepciones intelectuales podía manejarlas y conducirlas, porque quería tener visibilidad, aspiraba a que un diario español la leyera y la llevara como corresponsal a Europa, España. Quería salir de este país de baja intensidad, quería salir a vivir su pluma, que era maravillosa, tenía fe que podía llegar a cualquier parte. Estuvo cerca, pero sus tribulaciones y el desamor agrio que guardaba, al no poder ser madre y no poder ordenar su vida como la sociedad se lo estaba pidendo. Escuchaba fiel su destino, pero no se le dieron las cosas como ella soñaba, se fue contaminando con el aciago dolor que produce este país tan injusto y la realidad del sufrimiento que llevaba, mientras afuera triunfaban sus textos y todos estában comprendiendo sus mensajes, modernos, bluseros, rockeros, contemporáneos, delirantes y extremadamente inteligentes que emitía. Fue invitada de honor a un festival de poesía en Lima, para septiembre de 2025, un escenario que tristemente vacío, contará con su ausencia.Amanda desembarcó sus cosas y se instaló en el sofá de mi living, en la Calle del Arzobispo, yo feliz porque imaginé que podíamos delirar en la creatividad desenfrenada a la que yo la invitaba. Creo que todos los hombres que la circundaban querían algo con ella, algunos lo tuvieron, pero en su fuero interno nadie llegó a penetrar su verdadera alma, que venía de tres historias medulares: su madre, su expareja Nano y sus hijos, negados y dejados en la estratósfera. Como hombre no comprendemos completamente ese dolor, pero podemos empatizar y solidarizar con ello. No así, guardando la emoción invisible que cargaba, en el mundo de la escena que todo lo puede, porque el poder de Amanda en los escenarios, en sus lecturas poéticas, en distintos países donde fue aclamada, su dolor fue el gran secreto. Incluso los reconocimientos que recibió en Chile, le dio una magnitud acotada, sin grandes aspavientos. En ese sentido fue humilde, buscaba algo más allá, que estaba en el espectáculo. Buscó diversas fórmulas para expresar su poesía y su pluma, en el blues, el rock, la performance y los artículos periodísticos que escribió en su último tiempo. Se nos fue el resumen de una historia escrita con sangre, lucha política y pasión lúcida. Su muerte la elevó, como Chile enaltece a sus artistas, nada en vida y todo en la muerte.
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