EDITORIAL LA NOCHE 136

 


Sin amor, La Noche hubiese sido imposible


Por Jaime Piña


Si estamos de acuerdo en algo es que no me complacen los recuerdos, algo de mí los detesta, prefiero el presente y cómo me puedo inventar un futuro, un quehacer en el cual me sienta bien, trabajando en lo que amo, ¿esa es la idea no?


De niño estuve involucrado con la pintura, al óleo y acrílico hoy, pero no le creí al arte, el que me tocó vivir en la Universidad de Chile, no me voy a centrar en eso, lo que sí es que a la  pintura la ví como un futuro pendiente, como una deuda, pero ¿cómo se puede vivir del arte en este país?, si es casi vergonzoso decir que uno es artista y, bueno, me metí en el diseño, pero es una carrera que entristece, un esclavo de las empresas, una mentira en un bello envase, un fabricante de ilusiones mientras te derrumbas por dentro. 


Todo oficio tiene sus tristezas y sus logros, ahora, que busqué otro camino, lo busqué, me encontré con la creación de la revista La Noche, que en un principio quiso ser un pasatiempo mientras encontraba mi verdadero destino, porque partió como idea de una revista de barrio y terminó siendo un espacio para los artistas de verdad, con conversaciones profundas, una guía en medio de la oscuridad y una necesidad que se transformó en un delirio. 


Ahora no sé si el mérito es el producto en sí mismo o el esfuerzo que entregué por años, lo que tengo claro es que no abandoné: Las dos veces que tuve que cerrar la revista fue porque no había vuelta, primero por la crisis asiática el 98 y ahora con la pandemia. 


Qué más se puede seguir luchando, hoy me encuentro aquí casi sin nada y como si todo este esfuerzo no hubiese valido la pena. 


“Tú eres el capital” me dicen algunos, “tú eres la historia, toda la experiencia de haber entrevistado a cientos de artistas y haber apoyado la cultura”, ¡sí yo soy!, pero ¿quién soy, qué soy? por eso el titular de la entrevista de Rudy en esta edición, “Somos la digna y valiente orquesta del Titanic”, que toca y gracias a la melodía sobrevive, sin ella sería hombre muerto. 


No puedo hacer un discurso de aliento, cuando estoy convencido que para lograr objetivos debemos reconocer quiénes son los dueños de las empresas y el capital de Chile, que este país se lo robó la derecha con su dictadura asesina, que a pesar de saberlo igual negociamos con ellos por una porción de mercado, que debemos bajar el moño en nuestras reivindicaciones e ideales, que no podemos ser nosotros mismos y debemos aprender las pillerías de ellos para surgir, que además debemos hacerles la pega de la cual no son capaces, porque es cierto, no tienen las ideas, para ellos es normal “copiar lo bueno”, “inspirarse” le llaman al robo, sin respeto por nadie, todo a cambio del dinero y eso lo piensan incluso hasta nuestros propios hijos que no dan un peso por uno, valoran a los papás de sus amigos con piscina y auto nuevo, para uno solo queda la etiqueta de perdedor. 

Que después de este tremendo trabajo “…no queda nada, solo esta pobre canción da vueltas por mi guitarra…”, como decía la negra Sosa, “solo esta pobre canción…”. Que además no escucha nadie y nos trae una infinita tristeza.


Si lloro, no es porque el Estado no apoye a la cultura, me entristece la cobardía política, la indiferencia, la indolencia como se enfrentan los problemas de Chile, con crimen y saqueo, a la cultura déjenla tranquila, es quizá el último territorio no violado, es una reserva que alguien heredará cuando se abran las consciencias, porque defiendo a los artistas, su libre pensamiento, su sacrificio por un mundo mejor, por ideales de verdad, por una poética de la existencia al alcance de la vida de todos. Pena me da este país, sin embargo lo amo y siempre he tenido fe en su gente, independiente de que tal vez nunca llegaremos al desarrollo, al menos creo no seré testigo de ello.

Cuántos han luchado y muerto sin recibir nada a cambio y digo reconocimiento o un gesto de afecto, debemos estar firmes, estoicos y no mostrar el rostro de nuestro fracaso.


La historia de esta revista es maravillosa, llena de emociones y lecturas que me han permitido comprender mi vida y a este mundo, un despertar de quién fui y quién soy, no me puedo quejar, pero algo me angustia, quizá en este texto no pueda dar nunca con el corazón de mi dolor, que es desolador. En mi memoria y en mi retina tengo grabado la lucha por vivir y proponer un nuevo paradigma a este país y al mundo, algo que no sé cómo se premia, siempre me pregunto, ¿qué buscamos los artistas?, no tengo la respuesta, quizá se empata con la pregunta que se hacen todas las personas, ¿qué buscamos en este mundo? no hay respuesta, moriremos sin saberlo.

Por ahora vivir una existencia lo más llevadera posible, austera, luminosa, alegre, inspirada, soñadora, levemente profunda.


Estamos en el vórtice de una vertiginosa chimenea que nos impulsa con el tiraje de la necesidad, porque todos queremos salir adelante, nadie se quiere quedar atrás y son las exigencias que nos imponen estos tiempos los que nos miden, qué estamos dispuestos a cambiar para sobrevivir y cómo resolvemos esos cambios.


Ya que no tengo mucho más que agregar, quisiera agradecer a cientos, quizá miles de personas que han colaborado con este proyecto, amigos y enemigos, detractores y fieles seguidores, que nunca fueron por mí, sino por la revista, por ese objeto de fascinación que los convocó, que por distintas razones se toparon con el ser humano que estaba detrás, lleno de defectos, pero los que no me conocieron están librados del juicio, agradecer a quienes con el dinero de sus marcas apoyaron, muchos con cariño, otros por interés comercial, otros por apoyar verdaderamente a la cultura financiando estas páginas. 

Agradecer especialmente a Cristina Chain, quien estuvo siempre a mi lado trabajando y dándome aliento, un amor de aquellos que me hizo sentir que esta historia era legítima y verdadera, vivimos cerca de diez años en un cuento mágico que pintaba para éxito, en una lucha creativa y romántica sin final feliz, porque esto no termina aún.


Amo el romanticismo de los luchadores, con ese amor imposible pero digno de imitar, como admiro la inteligencia de tantos que cruzaron la gran agua y me siguen motivando. Entre ellos, los amigos de revista Trauko que cumplen 30 años, luchadores por resignificar a la vieja escuela, gracias Nélson y Yoyo. Como nosotros, erráticos irrefrenables amantes del olor a tinta sobre papel.


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