ENTREVISTA A RUDY WIEDMAIER EN LA NOCHE 136

 MÚSICO / LUTHIER

U

“Somos la digna 

y valiente orquesta 

del Titanic”


Por Jaime Piña




Un músico al que no le entran balas, y si le disparan no le hacen mella, conoce tras bambalinas y sobre el escenario todo el negocio del espectáculo, nadie le puede vender nada, porque ya no compra, no se deja seducir por las falsas promesas que este sistema nos ofrece, solo cree en el amor, como buen romántico que es, y eso se refleja en sus canciones, en su muro de Facebook y los artículos que publica en el diario electrónico El Desconcierto. 

Rudy es un ejemplo de luchador y lo hace desde su trinchera en Los Andes, paraíso terrenal que logró equilibrar su vida, luego de un periódo santiaguino que se perdió en el tiempo. Desde ahí, hace luthería, fabrica tablas de madera para sushi, quesos y para asados. Lleno de trabajo, los pedidos vienen de todo Chile y su precisión alemana –por su sangre–, hace de las entregas un oficio de puntualidad. Compone permanentemente y celebra conciertos vía streaming una vez al mes. Poseedor de una memoria envidiable, puede recordar fechas, citas, canciones y discos, que es el insumo de un imaginario lúcido, propio de un animal con estatura en la música y el arte.


¿Cuéntame cuál fue tu principal propósito en pandemia?

– Proteger a mi familia con todo lo que implica: lo material, seguridad, afecto y tratar, en lo posible, de mantener una estabilidad  emocional y un entorno virtuoso. No ha sido fácil.


¿Qué significó en lo musical?

- Yo venía desde antes en una racha creativa y de producción bastante alta y que no se ha interrumpido, así que ha sido un tiempo de profundización en los conceptos madre que guían mi obra en estos últimos años: la exploración de una poética poderosa y fina a la vez, desarrollo de un lenguaje musical sobre el cual maneje con soltura todos sus campos: la armonía, el desarrollo de lo melódico, lo que significan los arreglos, la dirección musical y también –más en estos tiempos de aislamiento–, mi capacidad como multiinstrumentista.





LAS RIENDAS DE NUESTRO DESTINO


¿Cómo analizas o evalúas el contexto político del país. Desde la perspectiva de un nuevo tiempo para el mundo y en la evolución o involución de las personas?

– Lo veo como un período dónde caen las máscaras. Y aquello, por doloroso que sea, es muy  positivo. Ha emergido nuevamente el concepto de la solidaridad, del colectivo, la vital pulsión de las nuevas generaciones por exigir lo que legítimamente nos pertenece a todos por igual como pueblo, esa sensación de que no estábamos en condición de zombies sino que era un estado transitorio y que finalmente había sangre en las venas, sueños por los cuales hay que seguir luchando, que no se nos trate como una tropa de bobos –el poder político y económico se acostumbró a darnos ese trato, y nosotros, lamentablemente, lo permitimos durante demasiado tiempo– y que podemos tomar las riendas de nuestro destino y liderarlo activamente. Es un proceso planetario de una nueva consciencia que trasciende lo inmediato y abarca temas de género, minorías olvidadas, culturas originarias, lo ecológico, la acción decidida por hacer los cambios que se necesitan para evitar la caída de la Humanidad en el despeñadero final.


¿Cómo instalas en la balanza de lo justo, lo equilibrado, lo adecuado, el rol que se le asignó a la cultura y la falta de apoyo en esta pandemia?

– Bueno, una vez más, fuimos los artistas los que nos tuvimos que asignar el rol. Y es el mismo de siempre en el Chile de las últimas décadas: sobrevivir y seguir creando en medio de la incertidumbre y la apatía del gobierno –y no sólo del gobierno, sino de toda la clase política, de todos los sectores, una verdadera vergüenza–, de la sociedad entera. Que no se nos olvide que en los meses más difíciles de confinamiento obligado y total, fuimos los artistas los que a través de los streamings llevamos nuestro arte, –la música especialmente–, a los hogares, un bálsamo de luz entre las tinieblas. En medio del naufragio, los artistas de Chile somos nuevamente la vieja, digna y valiente orquesta del Titanic, entregando belleza en medio del caos y la incertidumbre. No ha sido justo para nada el trato que se nos ha dado. Pero, para mí, no es ninguna sorpresa, en todo caso. No espero nada de la clase política chilena en relación a la cultura. Son demasiado picantes.




EL APORTE DEL ARTE


¿A qué te refieres con la orquesta del Titanic?

– Me refiero a que los músicos chilenos no solo hemos tenido que desarrollar la templanza de un oficio muy exigente, sino además un carácter de resiliencia para desarrollar nuestro arte en una sociedad absolutamente subdesarrollada en lo cultural. Que mira con total indiferencia el arte. Sin saber, paradojalmente, que es precisamente en el arte y en la cultura donde está –no diré las respuestas– pero sí el bálsamo para el desasosiego existencial, las ansiedades, las tristezas, los dolores que todos llevamos. Los artistas entregamos belleza en este viaje en el que todos vamos por igual hacia el naufragio final que es la muerte.


Una orquesta del Titanic que toca en medio del desastre sin que nadie les de bola y lo hacen porque, más que salvar el pellejo agarrándose de un bote, lo hacen porque el arte es en sí su sobrevivencia, como dice el Tarot sobre el Loco, que mientras suene su flauta y mantenga su música evitará caer al abismo.

– Claro, exactamente eso, como decía el flaco Spinetta: “La locura de los locos de hoy será la cordura de mañana…”, ¿cuántos han sido tratados de locos?, sin embargo fueron tipos que con su arte abrieron nuevos caminos y que otros desde atrás siguieron, también muchos terminaron viviendo y enriqueciéndose de la “locura” de esos primeros creadores vanguardistas, en la pintura se ha dado mucho, en la música ni hablar. Aquí, los artistas chilenos, hemos sido durante estos meses de confinamiento obligado, un ejemplo de resiliencia, de seguir creando, de entregar contenido a través de las redes y nos siguen tratando como nos tratan, hay mucha ingratitud para todo lo que entregamos.


¿Qué creció en ti, en lo artístico, con los conciertos vía streaming?

– Ha sido una experiencia nueva y como tal, llena de desafíos y descubrimientos: una pequeña aventura. Para alguien como yo que prácticamente toda mi carrera la he autogestionado, ha sido un nuevo capítulo más. Me he preocupado especialmente del sonido, partí buscando info en la red para hacerme los cables necesarios para transmitir con calidad digital y no con sonido ambiente. Ya no basta con hacerlo sólo grabándose con el celular. De a poco me fui armando un pequeño homestudio, donde pude acceder a una interface inglesa cotota, y reciclé equipos que tenía, me regalaron otras cosas y allí estoy: produciendo el nuevo disco en mi casa y haciendo conciertos online una vez al mes.


¿Cuéntame de tu último disco, su lanzamiento, nombre y concepto?

– Se llama “La Recompensa” y es un disco que está muy cruzado en su temática por los acontecimientos desde octubre de 2019 en adelante. De cómo aquello que consideramos muchas veces, demasiado simple y, en nuestra humana y eterna insatisfacción, insuficiente para hacernos felices, es finalmente la clave de la felicidad –no eterna porque no existe tal cosa, no en esta dimensión, por lo menos–, pero sí la de esos momentos que, si somos sabios para disfrutarlos a concho mientras ocurren, nos entregan la alegría de lo imborrable: la memoria del corazón. Todo esto que ha ocurrido ha servido –no sé si a todos, a mí sí– para valorar todo aquello que siniestramente el sistema descalifica, instalando el chip en la ciudadanía –para hacernos consumir–, de que es poco, pobre, falto de ambición, insuficiente, mediocre, etcétera. Yo cocino mucho con leña, por ejemplo y no me siento para nada pobre por eso, por llevar una vida sencilla, después de todo yo nací en Tiltil y viví toda mi infancia en el campo, así que está en mi ADN. Así que de pobre, nada, al contrario, el invierno fue mucho más grato pese a lo difícil del momento, teniendo esa opción de cocinar con leña, que viviendo en Santiago en un depa de 2x2, no hubiera tenido. Muchas canciones salieron junto al fuego, de hecho. La letra del tema central, por ejemplo, dice en una parte:

“Y tuve que aprender a gatear / como si fuera la última vez / A veces esperamos una vida, sin saber que la espera / es La Recompensa”.

El primer tema que estamos produciendo y que aparecerá en el disco se llama “El libro de las preguntas y respuestas”, con Eduardo Gatti como invitado en guitarra eléctrica y voz, –un sueño que se cumple para mí, grabar con el maestro–, con la participación de los destacados cellistas Angela Acuña y Angel Cárdenas. Mezclado por Barry Sage, un tremendo ingeniero de sonido inglés que  grabó con muchas leyendas en los 70’s, como Rolling Stones, por ejemplo.




¿Resume la capitalización, ya sea emocional o pragmática de haberse instalado en Los Andes?

– Es un punto de inflexión en mi vida y de mi familia. Además que yo viví y estudié de niño acá en Calle Larga, en los 80 pasaba los veranos en la casa quinta de mis viejos en el viejo barrio Centenario, toda mi familia del lado de mi madre es andina, ella nació acá. Mi hijo Facundito nació el 2014 en Los Andes también. Mi viejo vive en Primera Quebrada, en la Precordillera, a 12 kms. de Los Andes. Volver al valle de Aconcagua fue recuperar parte sustancial de mi memoria afectiva y eso generó un caudal creativo feroz –incluido mi último disco editado “Cuando vuelvan las canciones” (2018) compuesto y grabado en Los Andes–, que en Santiago no se hubiera dado.


¿Háblame de la importancia del humor, el amor y algún secretillo que te permita vivir mejor esta pandemia?

– El humor para mí es clave, especialmente en mi relación con mis amigos en redes sociales: un humor ácido que es un código implacable practicado sin disimulo. Yo pienso que es una de las expresiones más poderosas de la inteligencia emocional. Una forma de equilibrar el dolor de la vida. Una terapia. Reírse de uno mismo, primero que nada, hace muy bien a la alegría del corazón y para bajarle los humos a Mister Ego que se sube por el chorro cada tanto. El amor es el gran misterio. Oscilante, impredecible. Pienso que el amor de mantener una familia es un “trabajo de amor”, que se debe construir a cada momento, que requiere mucha entrega –de todas las partes involucradas– y dedicación. Paciencia, generosidad, compasión. Y eso es lo más difícil. Uno extraña la pasión de la juventud, esos primeros romances desaforados, intensos, al chancho. Pero todos sabemos que eso dura un segundo, después vienen los trabajos del amor, los de la vida entera. Y mi secretillo para combatir los bajones y las dificultades es mi taller. Recuerdo que en mi casa familiar de niño, siempre hubo taller, mi viejo tuvo en Tiltil y en Calle Larga así que también es algo muy de mi biografía. Afortunadamente pude concretar un proyecto que traía hace un tiempo de agrandar mi taller de luthería hacia la carpintería, me pagaron unos pesos de derechos de autor a inicios de año y en vez de gastarme la plata –ahora estaría sin ni uno–, pagué las deudas que pude, me la jugué y compré las máquinas que me faltaban y madera buena. 

Así que cuando las cosas se nublan y surge el desaliento, en vez de ponerme a tomar caldo de cabeza, me pongo a trabajar con las maderas, si no hay pega, ordeno, hago mantención de las máquinas, arreglo alguna herramienta, prendo un incienso, ordeno los materiales y al ratito suena el celular y una voz dice: ¿Hablo con el maestro del taller? Mire, tengo una pega que necesito hacer… “Entonces, sale el sol, el día se ilumina y todo cambia para mejor”.



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