HOMENAJE A OMAR GATICA EN REVISTA LA NOCHE


Pintor, Universidad de Chile

 

ARTE VIDA

 

Texto y fotos Jaime Piña

 

Muchos del mundo del arte lo conocieron y otros se tomarán un tiempo para valorar su obra, esperamos ser un aporte para quienes deseen saber más acerca de él. Por lo mismo y a modo de homenaje, publicamos esta entrevista realizada a Omar en octubre de 2014, en la edición 72 de revista La Noche. Paradógicamente o simbólicamente hoy 14 de febrero, día de los enamorados, fallece Omar, cuando la luz del amanecer en nuestros sentidos pintaba la apertura de un nuevo comienzo, desaparece un artista y no son pocos los que este último tiempo han partido. ¿Qué está pasando?

¿Un síndrome de tránsito a la renovación nos quiere dejar solos?, o las ilusiones y sueños que quisimos tocar, escurridizas asumen realidades abstractas donde manifestarse lejos de nuestra dimensión.

N.del D.

 



Nace el 56 al lado de la maestranza de San Bernardo, tras el prisma de una niñez de locomotoras, vapores, casas de adobe y acequias. Su padre, obrero ferroviario fue rudo y machista. Su madre dueña de casa, trabajaba diariamente en una máquina de coser y fue con la tiza para marcar moldes que Omar hizo sus primeros dibujos. Lejos del mundo poético de los trenes, los ferroviarios fueron hombres violentos. Con sus amigos de infancia hablaban de esa violencia, del machismo y de los castigos a palos. Su casa fue humilde, no se atrevería a decir que era extrema pobreza, los ferrocarriles tenían una cooperativa con beneficios y crédito. “Nunca vi una posición política muy clara en mi padre, tenía una foto por ahí con la bandera del partido radical, pero era más de ir a compartir al círculo ferroviario”.

 

– ¿Qué fue lo que más te marcó en la infancia?, no me refiero solo cuando te agarraban a palos...

– Jajaja. Sí, bueno, fueron los viajes en tren, sobre todo cuando conocí el mar a los siete años. Para mí los trenes eran lo máximo. Sin embargo sentía la inestabilidad y el miedo, en mi colegio había gente bien pobre del campo, prácticamente sin zapatos, recuerdo episodios de frío extremo y muchos llegaban colorados. Eso me marcó mucho, así como los cambios políticos, que siempre han estado al margen de los problemas reales.

 



Su vida transcurre en San Bernardo, hasta que ingresa a la escuela de Bellas Artes a los 20 años, el 76. Alumno aplicado, nos confiesa: “Aprender el oficio de la pintura y la función del arte en la sociedad, no lo veía como una actividad que te somete, sino como una posibilidad de libertad del espíritu y también de soledad, de poder trabajar solo. Porque uno de los problemas de mi infancia y el colegio fue estar siempre rodeado de mucha gente, prefiero estar solo y eso me pasa hasta el día de hoy”.

 

– Por qué ¿te molestaba la gente?

– Mi padre fue un tipo quitado de bulla, silencioso y contemplativo. Cuando decido estudiar pintura, lo hago porque me gustó la imagen romántica del pintor solitario en su taller –se ríe–, de hecho me imaginaba más a mí mismo en eso, que al arte en sí.

 

Corrían los años de una escuela de Bellas Artes con poco ambiente, donde nadie se hablaba, había mucha sospecha, no había rayados y era todo muy frío.

En ese contexto se viene la generación de los 80, en medio de un apagón cultural evidente y Omar asiste a recitales de poesía en el Pedagógico y a charlas de la Escena de Avanzada, cuando recién se levantaban algunas voces. Cuando egresa, recién visualiza la ola gigante del movimiento estudiantil en ciernes.

 

– ¿Qué opinabas del CADA y la Escena de Avanzada?

– Me interesó mucho. Sintomáticamente, cuando llegué a Santiago, me gustó la calle, me impregnaba de los suburbios, entonces a los conceptuales los encontraba muy científicos, asépticos, muy de laboratorio, sentía que les faltaba ensuciarse. No creía en ese tipo de artistas.

 



ARTE VIDA

 

– ¿Hiciste arte conceptual alguna vez?

– No, nunca. De protesta hice dibujos con textos fuertes, vomitaba más que nada, me gustaba rayar en las calles frases que distorsionaran la realidad. Los muros y rayados con dichos populares me gustaban. Un asunto que me marcó mucho, fue la relación arte vida, hasta el día de hoy la considero fundamental, por lo mismo no creo en lo intelectual, lo encuentro insulso, el arte debe vincularse con la vida, por eso mi trabajo se fue convirtiendo en autobiográfico.

 

– ¿Crees que el arte vida está vigente?

– Sí. Aunque mis alumnos no conectan con eso. No digo que para ser artista tienes que haber sufrido, pero a veces por hacer un arte inteligente o conceptual, se alejan de la realidad y queda todo solo en un lenguaje...

 

– ¿Tiene que ver con la pertinencia del lenguaje de cada medio?

– Sí. Los que lo hicieron y respeto mucho, fueron Las Yeguas del Apocalipsis. Crearon un mundo que llevaron a escena con sordidez y una marcada marginalidad, por eso sus acciones de arte fueron tan potentes. Otro fue Carlos Lepe, con performances verdaderas, esos son ejemplos de que se puede hacer arte conceptual desde el alma, desde la realidad.

 

– ¿Cómo te encuentras con tu pintura?

– En los 80 me preguntaba si tenía validez, o si quizás debía ser un pintor realista con buen oficio, estilo que criticaba, porque para serlo había que tener un gran tema, no basta solo el oficio. Adolfo Couve decía que en el arte había muchos impostores, mi postura ante el arte y la vida era utilizar todos los sentidos, entonces asumí que la pintura es una actividad performática por sí misma, donde los sentidos deben estar despiertos, donde vas dejando huellas a través de los pigmentos y el color, ahí comenzó mi pasión por la pintura.

 

– ¿El pintor se puede extraviar cuando es un impostor?

– Sí, porque es una impostura. Yo me dejo fluir y me guío por el gozo de la vida, de la realidad. En mi trabajo hay pequeñas habitaciones que habito por un tiempo y dejo huella, las recorro, salgo, dudo, corrijo, y la pintura se muestra como un hábitat. Hay una relación entre arte y espiritualidad que marca mi obra, he buscado por todos lados, por el budismo zen, el cristianismo, porque está la necesidad de darle explicación a ciertas cosas, ¿qué somos, qué es el universo y qué es la vida? Me alimento mucho de literatura mística...

 

– ¿Qué es la vida?

– Energía que hay que transmitir muy bien. A través de la pintura se logra, la pintura es pura energía.

 

– ¿Cuál fue la influencia de los pintores de tu generación?

– Combatir la abulia creativa, explotar la energía de la juventud al máximo. Yo era un joven silencioso que tenía mucha rabia y una energía casi autodestructiva, quería explotar y salir al mundo. Llegar a Santiago fue arribar a una gran urbe y ese encuentro fue alucinante, recorrí entero sus barrios. Con mis compañeros había diferencias económicas y sociales, a veces yo no tenía plata para almorzar. Pero algo pasaba con mi honestidad que nos conectamos y nos sentimos identificados a pesar de las diferencias de clase. El arte en este caso borró las fronteras y nos conectó con esa energía. El arte en Chile siempre ha sido elitista, mis amigos de infancia me decían, ¿qué vas a hacer tú, si para ser artista hay que tener un nombre? Yo no creía en eso. Que me importa a mí, no quería escalar, quería transmitir mi experiencia de vida...

 

– En esa conexión transversal, ¿hubo un maestro?

– Fuimos respetuosos de Couve, Villaseñor y de Rodolfo Opazo. También de Luis Advis, que me abrió el mundo de la música. Las artes visuales tienen una suerte de sinestesia, al ver un color escuchas un sonido, porque la pincelada es rítmica.

 

– En los 80 cuando el lenguaje estaba ideologizado, ustedes hacen pintura pura, ¿cómo se vieron, fueron criticados?

– Nos tildaron de payasos, de evadirnos de la realidad, de frívolos y de querer pasarlo bien solamente. Había pocos lugares donde mostrarla, estaba el concurso de la Colocadora Nacional de Valores, que era la punta del capitalismo que se venía encima, donde nosotros participábamos. A veces me dolía la guata un poco, debo reconocerlo, sentía que me estaba contradiciendo. Estudiando el expresionismo abstracto alemán, uno ve cierta evasión, porque el artista se encierra en su taller y desarrolla sus traumas ensimismado. Sin embargo creo en esas manifestaciones expresivas donde a veces un grito tiene que ver mucho con lo que sucede, abstractamente. Sin ser evidente.

 

– ¿Quién fue líder de la manada?

– Fuimos heterogéneos, teníamos personalidades fuertes y diferentes, impresiona que hayamos hecho cosas juntos.

 

– ¿Sentiste un reconocimiento a tu obra?

– Sí, me sentí valorizado. Aunque lo que viene ahora también es potente.

 

– ¿Qué viene ahora?

– El arte se está transformando más en producción y sus estrategias son más intensas, hoy mismo hay miles que postulan al Fondart, aunque es angustiante, lo veo positivo, los nuevos lenguajes del arte no tienen respuesta en el poder económico del momento, y yo tengo la esperanza de que esto cambie. El modelo es producción y consumo, el dilema de las nuevas tendencias es que los artistas jóvenes no tienen de qué vivir muchas veces, porque no hay canales que les permitan autosustentarse.

 

– ¿Las viste negras, dudaste de ser pintor?

– No. Para mí es vital la experiencia de vida, estés donde esté. Cuando trabajé de carpintero rodeado de obreros lo disfrutaba, porque estaba empapado de la realidad que es la vida. Nunca me sentí fracasado, seguía haciendo lo mío. Esta mirada que tengo ante la vida, nadie me la puede quitar. No le tengo miedo a la vida y siempre voy a crear imágenes, seguiré así.

 

– ¿Tienes la necesidad de inventar al pintor que eres hoy?

– No, para nada –se ríe–, rechazo la impostura, me enoja, no la soporto. A mis alumnos siempre les inculco eso, tienen que tener su postura desde donde están, no pueden tener otra, la honestidad es la llave de la creación. Tengo 58 años y siento que soy el mismo, incluso la conexión con la niñez, hoy está siendo muy importante, porque veo mi vida en el remanso, quiero estar más tranquilo. Veo mi vida para atrás con mucha intensidad y me digo, uf, sobreviví, quiero estar en esta playa quieta y agradecer.

 

MURAL BICENTENARIO

 

Viene de ganar un concurso público del MOP, adjudicándose un mural en el edificio Moneda Bicentenario que montó hace unas semanas atrás. Dice: “Lo hice como he hecho casi todo, sin la intención de ganar. Un día me llaman y me dicen que gané el concurso. Esto no me cambia, ni me resuelve la vida, me gusta vivir el día a día, lo que menos quiero es jubilar, no estoy cansado de vivir, tengo mucha energía. Tengo un nieto en el que presencio la eternidad del ser humano”.

 



EL MUNDO SE ABRE A LA PINTURA

 

La generación de los 80, entre el trauma y el éxito, fue precursora de un boom de ventas sin precedentes, de la mano del galerista Tomás Andreu. En el marco del retorno a la democracia, los pintores cambian el concepto del arte, siguiendo patrones internacionales, que a su vez imponían la búsqueda de nuestra propia identidad en la incipiente movida de los años 90.

“Tardé mucho en vender –cuenta Gatica–, creo que todos estábamos chatos de la dictadura, queríamos creernos a nosotros mismos, encontrar algo propio y valorarnos”. Los profesionales jóvenes –de aquellos años– que tenían un poco de dinero y formaban familia, se dieron cuenta de eso y encontraron en el arte joven, obras y valores que los identificaban y podían adquirir. Los bancos compraban obras y patrocinaban concursos, prosigue: “Tardé en recibir ese beneficio, y mientras tanto viví de otros oficios, como carpintero en la construcción, garzón y barman. La primera vez que vendí fue a los 33 años, sentía que mi obra estaba bien considerada pero no era fácil de digerir, por el desgarro...”

Pero, “mi color era vivo, hablaba en ese tiempo de color inculto, chillón –directo del tarro–, a diferencia del atmosférico o monocromo”.

En los 90 se impresiona cuando la gente se interesa por esa pintura, y Omar Gatica pintaba de una manera desafiante, que quería producir rechazo.

“Me di cuenta que se iniciaba el boom y la gente compraba. Fui parte de ese proceso, me costaba entender que hubiese gente invirtiendo en arte, si bien estaban informados, era porque se venía un modelo económico que se apropiaba de todo, apostando a ganador y el arte era su nuevo juguete”.

 

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