ENTREVISTA AL MÚSICO ANTONIO RESTUCCI, EN REVISTA LA NOCHE 138, PAPEL.


 LUTHIER Y COMPOSITOR

 “COMO INTRUMENTISTA HE DESARROLLADO MI TRABAJO EN SOLITARIO, ACUMULANDO MUCHA OBRA NO RESUELTA”

 

Por Jaime Piña

 

Se inicia con la guitarra a los nueve años, ha compuesto de manera autodidacta durante toda su vida desde los 13 años, tiempo después se involucra en el rock y el pop de la época, sus influencias fueron Jimi Hendrix, Fleetwood Mac y Doors, comenta Antonio: “Aprendí música de oído con la guitarra, el primer profesor que me enseñó fue mi primo putativo Lito Benito, ahora es un luthier bastante conocido. Con el tiempo de oído fui sacando melodías, todos los días cuando llegaba del colegio ponía el tocadiscos y escuchaba a Jethro Tull, a Jimi Hendrix y sacaba esos temas”.

Su padre argentino era aficionado al tango, escuchaban en la casa de su infancia ñuñoína a autores argentinos como Waldo de los Ríos y Julio Sosa, en los asados y reuniones de amigos de su padre venían músicos como Los Chalchaleros, entre otros. Cerca de los 15 años, posterior a su periodo rockero, empieza a tocar con el músico brasilero Manduka, Manuel Thiago de Mello, hijo del poeta Thiago de Mello que vivió en Chile.

 

LA MÚSICA LATINOAMERICANA

– ¿Tuviste en algún momento el impulso de hacer música autoral?

– Lo tuve, en la misma época que tocaba con Manduka, como él era brasilero, hicimos muchas audiciones escuchando los primeros discos de Milton Nascimiento, Airton Moreira y Sergio Mendes. Con Manduka escuchábamos desde Debussy hasta Miles Davis, eso me abrió un parámetro a otras músicas a las que no tenía acceso, porque en mi círculo no se escuchaban y de ahí empecé a buscar una música más de raíz latinoamericana y chilena. Fue justamente con Violeta Parra y su álbum “Canciones reencontradas en París”, con el que me motivé especialmente, disco al que le di miles de vueltas. También me influenció Atahualpa Yupanqui, con la forma de tocar la guitarra y Eduardo Falú, músicos argentinos que en el fondo están emparentados con la música latinoamericana.

– ¿Cuándo te diste cuenta de buscar la música identitaria?

– El 72, 73, antes del golpe, cuando estaba en el colegio, pero hacíamos muchas cosas, de hecho en mi colegio se hacían encuentros de rock, había un gimnasio enorme, y con Manduka hicimos hartos conciertos. Toqué también en Los Caminos que se abren de Los Jaivas, acompañando a Manduka. No tenía en ese tiempo una propuesta solista porque era muy chico, pero sí toqué mucho. Con Los Jaivas compartimos, sobre todo con Gabriel y Eduardo Parra, con Matías Pizarro. De chico iba a visitar a Angel Parra e Isabel Parra a su casa, íbamos a la Peña de los Parra, un día te encontrabas con Silvio Rodríguez, ahí conocí a Víctor Jara. Esa fue mi formación, siempre mantengo una especie de añoranza con esa época, porque fue muy bella artísticamente, la mejor etapa creativa de Chile.

– La Nueva Canción Chilena se tocaba en todas las radios de la época, pero ¿cómo fue tu proceso creativo en esos años?

– Bueno, después del golpe aquí no hubo nada, hay que recordar que el toque de queda era después de las nueve de la noche. Durante ese tiempo me fui un año a Perú, después me casé muy joven, a los 22 tenía dos hijos, siempre estaba en la casa y ahí empecé con la luthería a hacer charangos, reparar instrumentos y tocar, porque tenía que vivir de algo, estuve diez años en eso. La luthería la aprendí casi solo, preguntando a otros luthiers, porque había muy poca información, fui al taller de Joaquín Taulis padre, exdirector de orquesta, que hacía violines, con él aprendí y seguí solo. Después volví a la música tocando con Cristina Narea, Oscar Carrasco y Sonia la única, con la que fuimos a un programa de televisión. Tenía proyectos folklóricos con el grupo Palisandro y El Arca, no tengo discos de esa época porque era difícil grabarlos.

– ¿Tenías fama de chico virtuoso?

– La tuve de los 14 en adelante, pero en la música como en cualquier profesión si vas tocando e inventas tu propia técnica te vas perfeccionando. En esa época todo era mucho más difícil, sobre todo encontrar profesores, ahora hay mucho material e información. Con la mandolina empecé solo, no tuve ni un método, ni un libro, es una profesión autodidacta, que uno va descubriendo, por supuesto es más larga si no vas a una academia o con un maestro, sin embargo no me arrepiento. Claro, existen ciertas carencias que tienen que ver con el estudio formal, como leer y escribir bien música, hacer arreglos para un cuarteto de orquesta por ejemplo. A mí claro, me han asociado a algo más intelectual, creen que soy un músico formado en la academia.

– ¿Tu avance autodidacta cómo sigue?

– Me introduje en la guitarra acústica y de los 20 años en adelante comencé con la guitarra española, fue un proceso largo. Recuerdo que existía el Café del Cerro, tocaba siempre acompañando a otras personas, mi primer proyecto fue Palisandro, un grupo instrumental de raíz folklórica, guitarra, charango, flauta traversa, percusiones, quenas, etcétera. Con ese grupo ganamos el 83 un concurso en el Magnetoscopio musical. Paralelamente estaban los grupos Quilín, Kollahuara. La mayoría de los grupos chilenos estaban en el exilio en ese tiempo, IntiIllimani, Los Jaivas, nadie vivía acá. Solo quedaba la gente que circulaba por el Café del Cerro, Hugo Moraga, Amauta, Rudy Wiedmaier, Manuel y Felipe, Gárgola, entre otros, que era gente muy buena.

– ¿Cuéntame del periodo del taller Caja Negra en Ñuñoa?

– Llego a la Caja Negra porque buscaba un lugar para mi taller de luthería y un espacio donde vivir. Estuve ahí dos años y me fui a España, porque me salió un trabajo en Barcelona, el lugar se lo dejé al bajista Ernesto Holman. Luego de ese viaje volví un mes a Chile y me salió otra pega con Isabel Aldunate en Madrid y ahí me quedé. Por esos días se realizó en España el evento Chile Vive, con 150 artistas, poetas, actores, pintores y escultores, entre otros. Nosotros íbamos con los músicos.

– ¿Llegaste a la movida española?

– Mucho después, eso comenzó el 76 y yo llegué el 87, pero igual estaba todo pasando, sobre todo en Madrid que es una ciudad efervescente culturalmente, comparado con Santiago es un paraíso cultural. Me quedé tres años. Tenía un dúo con el guitarrista chileno Cristián Reyes, con él viajamos juntos a España. Tocamos en el grupo La Hebra. Después conocí a músicos españoles, Xavi Jiménez, Xavi Turull, que tenían un proyecto gitano flamenco, con músicos gitanos invitados y músicos de India. Ellos me invitaron a tocar en ese proyecto, grabando con la mandolina, ahí me tuve que poner las pilas y aprender cosas que nunca había tocado en mi vida y me metí en ese mundo, conocí otros músicos con los cuales tengo amistad hasta el día de hoy, como Pedro Esparza, flautista y compositor. Durante esos tres años grabé y toqué con mucha gente, el último concierto que hice antes de volver fue con Cigala, con Jorge Pardo y Rubém Damtas, que fueron músicos de Paco de Lucía y un bailador Antonio Canales, famoso en esa época. Tuve que venirme, a mis hijos no los vi en ese tiempo.

 

EL RETORNO A LA DEMOCRACIA

– Tu viaje fue del 87 al 90, cuando vuelves coincide con el retorno a la democracia, ¿tuviste la expectativa de un destape?

– El retorno el año 90 fue deprimente, tenía expectativas, sucedieron cosas copiadas de Europa, porque hubo mucho político que retornó con la idea de imitar los eventos masivos, recuerdo uno donde hubo un millón de personas en el Parque Forestal, pero se gastaron todo el presupuesto del año en eso, y lo hacían pésimo, fue un destape donde no pasó mucho.

– Comparando el medio chileno con el europeo, ¿cómo es el trato a los artistas aquí en Chile?

– Con respecto a eso los españoles le llaman, barrer pa’ casa, que es la valoración de lo que tienes en tu casa, apoyas a la gente de tu país y aquí siento que nunca se ha hecho.

– ¿Por qué?

– Existe una deuda histórica con todos los artistas, si piensas que la gran mayoría de los artistas importantes chilenos se han ido de Chile, como Roberto Matta y Gabriela Mistral, que aquí la ningunearon, considero que en la actualidad es lo mismo. Los músicos emigraron en los 90 y 2000 y a las nuevas generaciones les sigue pasando, los amigos de mi hija –Esperanza–, muchos se han ido a México o a España, porque Chile es híper conservador, siempre es lo mismo, en los programas de televisión sale la misma gente, es una suerte de pitutismo infinito, desde hace más de diez o veinte años siempre salen los mismos, somos conservadores para mal.

– ¿Crees que hay responsabilidad de los artistas, de no moverse o desarrollar estrategias de marketing?

– No creo que tanto, eso siempre te lo dicen. Ahora con las redes sociales podría ser distinto, pero como hay una masa muy ignorante, si alguien postea una estupidez tiene inmediatamente cientos de likes, las redes han sido buenas y malas, en el sentido que se ha democratizado mucho, pero se ha multiplicado la estupidez y la mediocridad, porque cualquiera puede publicar algo y hacerse viral.

 


LA LEY DEL MÁS VIVO

– ¿Coincides conmigo que la cultura ha caído casi a cero?

– Pienso en la oportunidad que tuvo La Concertación de hacer política cultural, sin embargo no fue lo esperado. Por otra parte se instala la clase política, donde no se sabe en qué momento un diputado llegó a ganar muchos millones, doblando el sueldo de un político, por ejemplo de Noruega. Siempre ha existido la ley del más vivo, se le ha prendido velas a los sinvergüenzas, no es mal visto si alguien estafa en 200 millones a otro, eso está incrustado en nuestra sociedad.

Algunos piensan que la cultura no es un buen negocio, por lo mismo a nadie le importa. La cultura debería ser gratuita, por ejemplo la Ley Valdés que se aplica hace 50 años en Europa, aquí no funciona. Este es el país del mundo que más escucha reggaeton, donde el flayterismo se ha multiplicado, si hasta los cuicos son flaytes. No hay una actitud política de juntarse con los involucrados. Es un país que reconoce postmortem, como a Roberto Parra, Andrés Pérez, que los ningunearon durante toda su vida y una vez muertos son ídolos, eso tiene que cambiar urgentemente. Como la industria musical no existe en Chile, los fondos concursables se convirtieron en la única fuente de recursos, pero es como ganarse la lotería. El problema de los evaluadores es bien duro, porque disponen por ejemplo, de un presupuesto para premiar 14 proyectos y llegan 200. Entonces, 40 proyectos que logran 100 puntos, les tienen que encontrar alguna falla para eliminarlos. Eso no funciona, pero no creo pase en la medicina o en otras áreas. El arte y la cultura siempre ha sido el pariente pobre de los chilenos.

– ¿Se habla de que la escena chilena es maltratadora?

– Es poco amable, pero soy alguien que evita los conflictos, no me puedo quejar, me he sentido querido en Chile, bien tratado sobre todo por el público.

– ¿Los músicos de jazz son colaboradores entre sí?

– Los jazzistas en general tocan todos con todos, somos personas que nos encanta experimentar y jugar con diferentes músicos.

– ¿Háblame de las jam y lo de experimentar?

– Cuando me fui a España la segunda vez, en Barcelona, que es una ciudad ecléctica con músicos de todo el mundo, toqué con gente de Africa, Europa y Europa del Este, flamenco y jazz, con todos experimenté, son grandes improvisadores.

– ¿Cuándo estás improvisando sientes que estás creando la nueva música del mundo?

– No. Para disfrutar la improvisación no tienes que pensar en nada, es como la meditación, tienes que tener la mente en blanco, es un estado de gracia, el valor que tiene es la espontaneidad que es un momento irrepetible, si es planeada no es improvisación.

La improvisación es ancestral al hombre, Bach era un gran improvisador, de ahí salieron sus obras. Un amigo flamenco me decía que debería grabar mis improvisaciones, porque improviso mejor de lo que compongo, el arte es buscar toda la vida hasta la muerte.

El primer disco de Antonio fue Hilando fino, posterior al grupo La Hebra, que se gestó en la Caja Negra, lugar donde también hicieron conciertos. La Hebra recibió el premio al mejor grupo de jazz de Radio Clásica, comenta Antonio: “Gracias a ese grupo proyecté mi carrera. Después grabé Vetas y Bosque nativo, que tenían que ver con Fondart, tengo trece discos. Hay folklore, de cuerdas, de cámara, algunos eclécticos, hay jazz latino, pero buenos, buenos, he hecho dos o tres, más que todo por la producción, porque los estudios de grabación eran primitivos, pero la música estaba bien tocada”.

 

 

 

 

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