EDITORIAL / REVISTA LA NOCHE 140



Basta ya de lloriqueo. Lloremos de felicidad mejor

 

Por Jaime Piña / Director

 

Quiénes somos para sentir que estamos en graves problemas, si hemos estado llenos de problemas siempre.

La sensación de amenaza es constante y no sabemos de qué lado viene, es un fantasma que nos ronda. Y no tiene que ver si hacemos bien o mal las cosas, porque, qué es hacer mal las cosas: para algunos es la domesticación; para otros hacer bien las cosas es la exuberancia de la libertad, pero quién puede estar en contra de la libertad si es el único ejercicio al que vinimos.

Quizás hacer bien las cosas es luchar por un proyecto común, que nos encuentre como ciudadanos en un plan trascendente, que aporte a la sociedad. Sin embargo hoy los aportes no son colectivos sino individuales. Se habla de desarrollar consciencia, de crecer un poco y con eso aportamos, es correcto, pero ese aporte solo se hará si somos felices, si nos realizamos como personas y en eso se juega toda nuestra existencia. 

No basta con volcarnos a las calles, no todo se juega en la protesta, en exigir derechos, en pedir al Estado, al privado, al rico. 

El proyecto contributivo siempre partirá desde nosotros mismos.

Adoro a los artistas que sacrifican su vida por el arte, que tienen una razón de vivir en su micro espacio y son felices con una idea, un proyecto, unas notas o un boceto en un papel.

 

VIVIREMOS O MORIREMOS EN NUESTRA PROPIA LEY

Ya no hay referentes, las leyes del ser humano quedaron cortas, cada día se teje una nueva y no basta, sigue la incertidumbre que nos agobia. 

Por lo mismo creo que las leyes están en nuestra naturaleza salvaje, en el gen del universo y como se articula segundo a segundo. 

No quiero creer en la verdad que emana solo de la mente de los lúcidos. Creo en la sobrevivencia de la especie, en sus parámetros reptilianos, en la ley del más fuerte, del más inteligente. Del que ha comprendido que si su vida encontró sentido, la vida de los demás también tendrá sentido. De quien sabe disfrutar de un momento de amor, de quien sabe el valor de la esperanza, un estado necesario que nos conduce al sueño bien básico de sabernos vivos. He dicho que entregaré mi cuerpo bien gastado, no sobredimensiono que valgo más que otro o lo que hago es trascendente, me ha tocado esta vida y con ella me desenvuelvo. No le pido nada a nadie excepto ética, educación en el trato, ciertos modales de buena crianza. No le creo a quien está afuera con un discurso, si adentro es un energúmeno. Los he visto, salen en las noticias todos los días, ellos mismo están pavimentando su destrucción y no solo es un desperdicio sino un acto contra natura. Si hemos venido a disfrutar de esta vida, valorar la belleza, contemplar nuestra percepción de consciencia, ver al otro, amar al otro. 

Tenemos tiempo, no es cierto que se acaba, nosotros lo vamos reduciendo en relación a cómo nos reducimos a nosotros mismos, en el egoísmo, la envidia y la mezquindad afectiva. 

Otra cosa es parecer unos solitarios, independientes o que no participamos de la sociedad. Es bueno no ver televisión, no creerle a los políticos, no creer en el dinero o la ambición codiciosa de otros. 

Tampoco está mal acumular riqueza, ni acumular conocimiento. 

Lo que está mal es ser unos miserables sin sueños, viviendo con rabia, por lo que no somos o lo que no es el otro. 

Basta de confusiones, la vida pasará a pesar nuestro. Mis padres murieron de viejos, yo moriré de joven si así lo quiero, joven con la satisfacción de amar mi existencia.

 

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