CARLA LOBOS / PORTADA EN REVISTA LA NOCHE 141

DIRECTORA Y COREÓGRAFA DE LA COMPAÑÍA AUCABUTOH

 


“TENGO MUCHAS MISIONES POR HACER”

 

Por Jaime Piña

 

“Chile es muy mental. Hay que llegar al alma, porque el corazón sana todo lo mental”. Así comienza nuestra conversación en un restaurante de Diagonal Oriente, disfrutando una cazuela le cuestiono que decir Chile es una generalidad inmensa, le preciso que se podría referir a que el mundo del arte es muy mental.

Si es una crítica, ¿con respecto a qué?, le pregunto: “A que falta comunicarnos con el corazón –me responde–, lo mental nos tiene en lo práctico, el día a día, el cotidiano, sobrevivir, las platas, los hijos, el matrimonio, el amor, el auto, pagar las cuentas, todo. Ser artista en este dejavú no es fácil”.

Aunque Carla tiene un rollo con la muerte, que también es un personaje que representa, en esta entrevista dilucidaremos esa fascinación, que puede anclarse a sus múltiples reencarnaciones o haber sido bailarina de Shiva, pero su experiencia se funda con el exilio y muerte de su padre, cuando se rompe el proyecto de vida y se desmantela su futuro, comenta Carla: “Me despedí de mi padre antes de morir, tenía diez años y él 35, estábamos en Bulgaria, él no hablaba el idioma, con mi hermana fuimos sus traductoras, aprendimos el búlgaro en el colegio, pero a él le costó mucho y sufrió por eso, es un idioma cívico ruso, tan difícil como el alemán. Me dejaron entrar a su lecho de muerte para despedirme, fue feroz, ahí vi la muerte por todos lados, él estaba agónico pero me tenía un regalo, una carta, ahí creo que vi el butoh, fue una despedida y un encuentro con la muerte”.

 


¿QUIÉN ES CARLA LOBOS?

 

Nace en el desaparecido Hospital San Borja, en plena Plaza Italia, donde hoy está el también abandonado hotel Crown Plaza, frente al incendiado Centro Arte Alameda. Su padre, Claudio Lobos fue el fundador del Ballet Folclórico de Chile, el BAFONA hoy. Su madre, Mireya Gallinato fue la primera bailarina y brazo derecho de su padre. El periplo de su exilio parte por Argentina, Francia, Bulgaria, Alemania y finalmente Cuba. Su padre fue secretario de José Tohá, por lo mismo perdió a todo su mundo. Él viene de Talca, de la montaña, fue del campo, un huaso. De pronto Margot Loyola le puso el ojo por lo talentoso con sus espuelas, lo hizo su primer bailarín, fue un compromiso espiritual y folclórico. Compartió vida con Víctor y Violeta mientras Carla jugaba, era creativo y consecuente, en la época que su mamá lo controlaba todo, una hermosa mujer de cueca y folclór. Al tiempo que sus padres vivían lo popular, Carla estaba en sus fantasías, cuenta: “De chica siempre amé el cuerpo andrógeno, el cuerpo físico, pero en un momento dije, voy a ser teatral. Tuvimos un columpio de fierro, yo salía corriendo, le sacaba los tornillos y hacía barra, estaba desatada físicamente, necesitaba quemar, era una gladiadora musculosa, también fui de artes marciales, me gustaba disfrazarme”.

Su padre se da cuenta y la reconoce como física pero su madre le da el toque de gracia cuando le dice que debe estudiar teatro, comenta: “Después de todos los años de exilio, estando en Chile me dice, tú no sirves para otra cosa que el teatro, así que métete a la Academia de Fernando González, yo me preguntaba ¿qué mamá le dice a una hija estudia teatro?”.

En esa escuela tiene de compañera a Patricia Rivadeneira y a Rodrigo Pérez, entre otros, pero su maestro fundamental fue Alfredo Castro, su mentor y quien siempre la apoyó. Egresa de la escuela con Fedra de Racine, una obra griega escrita en versos donde Alfredo Castro le da el protagónico. Luego de eso vuelve a Alemania para conocer el butoh.

 

– ¿Antes lo conocías?

– Me interioricé del butoh con Vicente Ruiz. Él lo conoce cuando viajó a Argentina en la época ochentera de la New wave. Fui modelo y compañera de ruta de Vicente, lo admiro mucho, fue mi mentor.

 

– ¿Valoras los viajes. Qué aprendiste de ellos?

– Sentí que el mundo cosmopolita era mi mundo, que todos esos países reunían muchas etnias y culturas mucho más abiertas que nosotros que estábamos detrás de la cordillera, en una dictadura y prisioneros en nuestra propia cárcel. El exilio fue una escuela, aprendí idiomas, a bailar, a comunicarme, a disfrutar otras comidas, me abrió la mente, el corazón, el espíritu, muchas personas que se quedaron aquí en Chile se autoexiliaron en su mundo, quizás fue sufrido y triste, sin embargo en mi condición iba a museos, veía arte, cultura, danza, deporte. Si lo miro, con la pérdida de mi padre incluida, fue un regalo igual.

 

– ¿Mezclaste danza con teatro?

– Siempre hice danza teatro. Llamé movimiento gestual al butoh. Pina Bausch siempre fue mi referente. La abracé cuando vino a La Moneda en tiempos de Bachelet.

 

– ¿Cómo administras el mito Carla Lobos butoh?

– El movimiento butoh joven lo aplaudo, bacán que les vaya excelente, fui la pionera del butoh con mi Compañía Aucabutoh en Chile, marqué un estilo que no existía en esa época.

 

– ¿Cómo era tu butoh, cómo se desplegó acá?

– Fuimos originales, hicimos investigación antopológica y arqueológica del butoh chileno, quisimos investigar a Chile, no a Japón, no imitar, investigué las animitas, la muerte trágica chilena, investigué a Evaristo Montt, un personaje de una animita en Antofagasta, un seco, murió decapitado en un tren, hubo una explosión y su cabeza llegó a una calle que ahora lleva su nombre y es lo más milagroso que hay. También está Elvirita Guillén, animita del año cuarenta. Hice una recopilación de las animitas del antiguo Chile y le rendí un homenaje bailando, estuve con sus familiares incluso.

 

– ¿Cómo se conecta la abstracción de la muerte y la mitología de las animitas en obra?

– Bueno yo decreté que era una embajadora de la muerte.

 


LA EMBAJADORA DE LA MUERTE

 

– Tú quieres llegar hace rato a eso. ¿Cómo construyes ese puente en lo físico?

– Con inteligencia, talento, curiosidad e investigación, con los sueños también, con el inconsciente, abriendo mis chakras para estar en una sintonía distinta al común y corriente. Me gusta estudiar, he leído todos los libros esotéricos y trabajo con personas que se manejan en el Tarot y el I’ Ching, con estos mundo psicomágicos que me interesan más que lo real.

 

– ¿Cuándo aparece y cómo enfrentas la muerte?

– Bueno, acabo de pasar por eso, el año pasado estuve grave entre la vida y la muerte, fue un jaque mate. Por suerte salté al otro lado del abismo y creo que el butoh me ayudó, porque seguí bailando y haciendo mi camino.

 

– ¿La miraste de frente y le ganaste a la muerte?

– Sí, así fue. Hasta mi doctor me dio de alta. La muerte es mi compañera de ruta, se acuesta conmigo, me mira y me hace cariño. Creo que fui censurada por el arte y la cultura porque de repente se me atribuye ser la representante de la danza de la muerte en Chile, y es verdad, es así, pero también está la vida, lo que pasa es que la gente ve la huella mal mirada.

 

– Lo que pasa es que cuando vives en un contexto tan difícil como en Chile, lo único que quieres es vivir situaciones luminosas y energías positivas…

– Todo Bilz y Pap…

 

– Sí, pero, ¿qué gana alguien asistiendo a un espectáculo que tributa a la muerte?

– Aprender a morir, a morir bien, todos nos vamos a morir, está decretado, te das cuenta que aprender a morir no se enseña, ni los católicos, todos te hablan del amor a Dios, pero, ¿quiénes somos verdaderamente los que nos hacemos cargo del último aliento?: Los butohcas, los budistas y los hare krishna.

 

DIOS ME TOCÓ LA ESPALDA

 

– ¿Has pasado, aunque sea en sueños hacia allá?

– Sí, he visto todo en mis sueños, me he visto enterrada con mis piernas en el barro, en un pantano, sin poder caminar, hundiéndome, después me he visto escalando templos tibetanos. De hecho he soñado las quince obras escénicas que hice, antes de hacerlas, siempre en los sueños tengo una clarividencia. Ahí apareció el maestro, Dios. Cuando estuve a punto de morir, durmiendo vino Dios, un Dios joven, con su chasca, con sus chalas, con su túnica y todo. En el sueño yo había enterrado a una amiga muy querida, estaba en ese cementerio y llegó Dios. Estaba sentada en una lápida sola, desnuda y Dios me tocó la espalda y me dijo, Carla no te puedes ir ahora, tienes muchas misiones que hacer, estamos ahora aquí en la muerte, pero tú eres pura vida, guapa, inteligente, sabia. Me tiró todo el ego para arriba, entonces que el maestro ascendido venga a apoyarme a mí, fue una señal de que estoy en el camino correcto.

 

– ¿Es cierto que eres una reencarnación?

– Sipo, me leí las vidas pasadas, ahí encontré el karma y el darma, que es como tu diario de vida, el pasaporte espiritual, algo fundamental. Como siempre fui curiosa de esos mundos, me dijeron que era una bailarina de Shiva, la Diosa de la destrucción, pero también la Diosa que mata el mal, mata lo feo y lo oscuro. Si lo pusiésemos en occidente sería como un Arcángel, es una Diosa bailarina que luchó con todas las serpientes. Me hizo sentido porque siempre he pensado que soy media hindú, que vengo de alguna forma de la India, pero no soy de la India, nunca he ido y no sé si quiero ir, me gustaría ir a Nepal, al Tibet.

 


LA ESCENA DE LA ACTUACION

 

– ¿En qué estás ahora a nivel de montaje?

– La última obra que hice fue La crueldad del corazón, poemas de Enrique Lihn que tuve la suerte de conocer y gracias a Andrea Lihn que me dio los derechos pude hacer un trabajo precioso, eso fue antes de la pandemia, después me enclaustré y sigo enclaustrada.

 

– ¿Has encontrado la espiritualidad?

– No, la tengo que trabajar todos los días. Estoy en la búsqueda, no he logrado encontrarme en mi sano juicio espiritual.

 

– La sociedad tampoco ha encontrado esa espiritualidad.

– No, porque las personas están opinando lo mismo, cada uno en su secuencia o transmisión en este plano terrenal, un plano de trabajo. Siempre fui espiritual, desde chica rezo y medito, es algo original mío, un sello y una huella.

 

– ¿Cómo ves la codirección de una obra?

– Soy abierta de criterio, igual me gusta marcar mi tendencia y que me den un espacio de dirección, porque me gusta dirigir.

 

– ¿Cuéntame del teatro chileno y las direcciones?

– Eso lo tengo atravesado en la garganta, que bueno tener la oportunidad para decir mi pensar. He tenido un recorrido teatral bastante afortunado, con mucho espectáculo y directrices, he pasado desde la cuneta a los grandes teatros importantes del mundo y del país, no me quejo, estoy agradecida. Pero quiero decir que el teatro nacional es machista, donde mujeres directoras teatrales y coreógrafas, si recorres algunos elencos vas a encontrar que son muy pocas las directoras que se les han dado la pasada en el teatro, sin desmerecer el talento de ciertos directores que están haciendo bien su trabajo, pero no hay tantas posibilidades para que las mujeres sean directoras en las artes escénicas.

 

– ¿Por qué sucede eso, crees tú?

– No sé, es una política nacional, un prejuicio, a pesar de que algo se ha avanzado, todavía las barreras son demasiado grandes para dar una apertura y oportunidades a la mujer.

 

– ¿Hablas de la falta de oportunidades para ti como mujer en la dirección?

– No, a mí nunca se me cerraron las puertas, pero nunca me han llamado de Teatro a Mil por ejemplo, eso que han invitado a butohcas japonesas, personas de otros países y yo digo, oye por qué no hay espacio para una persona que ha hecho tanto por esta técnica, no sé qué ocurre, cuál es el fenómeno.

 

– Yo creo que tú sabes.

– Lo sé, me han dicho Carla, el teatro es machista, házte cargo, es cosa de ver el casting, no lo digo de resentida es una cuestión de ver la paleta. En las artes escénicas estoy hace cuarenta años en el ruedo, ser actriz es complejo porque la tela eres tú, si yo no estoy bien, me desequilibré o no sé, estoy vieja o pasé de moda, soy yo el soporte, si el cuerpo no me da, estoy enferma, no me anda la voz, es complejo si no estoy en las condiciones.

 

– Pero puedes pasar a la dirección, que es lo que hacen casi todos los protagonistas.

– Es que a mí me gusta actuar.

 

EL POCO TIEMPO QUE NOS QUEDA

 

– Veo que tienes una rabia adentro que todavía no sale. Porque si tienes cincuenta años, te quedan treinta aún para seguir trabajando.

– Yo no pongo plazos, porque es sagrado, mientras esté sana, que tenga para comer, tener un amigo, estoy feliz.

 

– Se dice que la zona de confort es el peor enemigo, porque cuando tienes hambre de crear y tienes mucho talento adentro, cuando hablas de la misión e identificas esas misiones, pero las detectas muy tarde y no tienes tiempo para hacerlas es el peor arrepentimiento, es casi un castigo, las tienes que identificar mucho antes.

– Siento que yo he vivido otras vidas…

 

– Eso es subjetivo, no es demostrable…

– No tengo como demostrarlo, pero lo siento, no tengo ese tema urgente de la vida, que se me va la vida, yo vivo el presente, la hora, vivo el aquí y el ahora, mañana será otro día, estaremos en otra y así la vida continúa. No es que tenga rabia, lo que me pasa es que tengo discurso, soy contestataria, digo las cosas por su nombre.

 

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