DANIEL PUENTE ENCINA, EN LA NOCHE / CAPÍTULO UNO Y CAPÍTULO DOS
COMPOSITOR Y GUITARRISTA
CONCIERTO EN VIVO: SÁBADO 6 DE ENERO / BAR DE RENÉ / 19.30 HRS. /
SANTA ISABEL 0369 CON CONDELL / PROVIDENCIA
Por Jaime Piña
CAPÍTULO UNO:
Este sábado 6 de enero el
cantautor y guitarrista chileno Daniel Puente Encina, presentará sus últimas
composiciones y el disco Sangre y sal, publicado antes de la
pandemia. Once canciones que reflejan la huella que África ha dejado en la
música de Perú, Argentina y Chile. Radicado en Berlín, ha realizado una exitosa
carrera más tiempo afuera del país que entre nosotros. Hoy se encuentra en
Chile realizando una serie de presentaciones. Vanguardia y tradición lo han
convertido en ícono de culto por su participación en Pinochet Boys –1984-1986–,
el trío Niños Con Bombas –Hamburgo 1994- 1999– y Polvorosa –Barcelona
2000-2011–.
Bajo los rumores que estaba
siendo vigilado por los servicios de inteligencia de la dictadura, le
recomiendan que desaparezca de la vida pública. Viaja a Argentina donde unos
meses después se reencuentra con sus amigos de Los Pinochet Boys para viajar
juntos a Sao Paulo, Brasil. Comenta Daniel: “El gran desafío para mi
generación, fue pasar de una represión cultural local como fue la dictadura, a
una global donde no hay un enemigo identificable, que es todo el sistema
capitalista a nivel planetario, que hoy hace crisis por todos sus costados. No
me he movido un ápice de mi postura de adolescente, lo único es que el enemigo
se volvió un gigante que se hace invisible y que se encuentra por doquier”.
– ¿Qué te motiva musicalmente y si tiene que ver con tu forma de vida?
– No es posible separar la
creación de la manera de ver la realidad, porque el arte es un lenguaje. Para
mí la música latina es un legado, de la cual los músicos y el público de este
continente somos afortunados de disfrutar, infinita en ritmos y melodías. La
música latina es el hilo conductor en mis composiciones.
Sobre lo masivo o no del
trabajo musical, para Daniel es otro capítulo, que no tiene que ver con el
proceso creativo, cuenta: “Lo mejor que he escuchado en los últimos
años, proviene de artistas que no son exitosos en términos comerciales ni
famosos en popularidad”. Y que la instalación del producto musical es
parte de otro proceso, como es la producción, el marketing y un alto número de
descargas en las redes, más vinculada al consumo y a los negocios.
ESTUDIAR EN PANDEMIA
Instalados en la mesa de un
restaurante, comenzamos a rememorar su último disco Sangre y sal, el que
terminó de grabar el 2019 y que quiso presentar el 2020 en Chile y por la
pandemia se retrasó, disco que mostrará el próximo sábado 6 de enero en el Bar
de René, cuenta: “Este disco no es lo último que he compuesto, hay mucho material que no
he publicado aún”.
– En pandemia muchos creadores giraron en 360 grados e hicieron
otras cosas, ¿qué te sucedió a ti?
– A mí me pilló en Berlín y
como no pude tocar tuve que buscar un trabajo para no depender de la ayuda
social, porque finalmente había que devolver. Me puse a estudiar música, a
Charly Parker, a Schönberg y la música dodecafónica. Eso me abrió una puerta a
la música clásica contemporánea, de la cual no pude volver nunca más atrás. Si
bien el término no es correcto, porque no es clásica, aunque está hecha por
compositores que estudiaron música clásica y son instrumentistas. La música es
muy compleja y muy difícil de tocar, también difícil de oír, es disonante, al
principio fue un escándalo, la prohibieron incluso, pero poco a poco se fue
aceptando y esa música es lo que condiciona toda la música de vanguardia no comercial
que vino después.
– Tú eres conocido por Los Pinochet Boys.
– Eso es en Chile. La banda
terminó el 86, yo me fui a Berlín el 89. Con ese nombre nadie pudo definir cuál
era el posicionamiento del grupo, algunos pensaban que éramos fachos, pero
evidentemente con el vestuario y los pelos, mucha gente se dio cuenta que
éramos todo lo contrario, que era una ironía, que estábamos insultando al
dictador. Si bien tardaron un rato y aunque se reprimía a todos los grupos punks,
después vino la represión a nosotros en particular.
– ¿Dame un ejemplo de la represión que sufrieron?
– Al principio no nos dábamos
cuenta y aunque nunca terminamos un concierto, siempre llegaba la policía. Como
era un movimiento juvenil no pensamos que era algo particular con nosotros,
sino la represión normal, pero después, entre más tocábamos, cachamos que era
con nosotros. Hubo un atentado, nos trataron de electrocutar con agua en un
concierto, en una terraza al frente del Campus Oriente. Hubo mucha violencia en
nuestros conciertos y terminábamos arrancando de la policía o en cana.
– ¿Fueron marginales del movimiento político de los derechos
humanos, más que contestatarios de izquierda?
– Yo siempre fui de ultra
izquierda, no estuve en ningún partido, estudiaba sociología en la Universidad
de Chile el 84 y pertenecía al grupo de auto defensa de la universidad, era la
primera línea de esa época.
– ¿Lo de la música fue autodidacta. Cómo te formas?
– Conocí a Iván Conejeros,
hermano de Miguel de Fiat600, en un preuniversitario antes de sociología. Yo estudiaba
Musicología en el Conservatorio, ahí coincidí con Carlos Fonseca, el productor
de Los Prisioneros, con Jorge González, la gente de Aparato Raro y toda la
movida New Wave. Mi viejo me dejó de hablar porque estudiaba música, para él
debía estudiar derecho, lo único que conseguí fue que me regalaran una guitarra
y la tocaba. Tuve que salir de la facultad, no pude seguir, no tenía medios
para seguir.
– ¿Te hiciste amigo de esa generación?
– Amigos no, pero Fonseca
nos ofreció ser manager de Los Pinochet Boys, pero no sucedió, porque el
compromiso fue que nos debíamos cambiar el nombre. Uno de los hitos importantes
de esa época era pasar por Sábado gigante y evidentemente nunca nos aceptarían.
Fonseca fue súper honesto y nos dijo que la música era muy interesante y la
onda también, pero no nos cambiamos el nombre. Nosotros éramos dadaístas de
alguna manera, no nos interesaba nada, lo único que queríamos era quemarlo
todo.
– ¿Cómo enfrentas ser músico?
– Cuando llego al
Conservatorio tocaba la guitarra y era rockero, estuve un par de años y tocaba
la guitarra bastante bien, de hecho Jorge González me decía que tocaba
demasiado bien y la onda en ese tiempo del Punk y la New Wave era no saber tocar,
era lo que vendían los ingleses y los americanos…
– Fue una época inaugural donde muchos partieron de cero, con
menos influencias y deformación académica.
– La escuela de musicología
era muy paupérrima, los que entraron sabían leer notas, algunos venían de otras
carreras, todos sabían escribir excepto yo, fue todo tan básico que no puedo
decir que tuve una formación musical.
CAPÍTULO DOS:
– ¿Qué diferencia ves con la academia?
– La gran diferencia es la
anotación, solo en el mundo occidental la anotación es súper importante, pero
si ves la música global, la de la India, que es bien compleja y la más antigua,
la música clásica de la India no se escribe, se aprende, se enseña oralmente.
La movida Punk de los ingleses, vendió mucho que no sabían tocar, pero sí
sabían tocar, de hecho cuando les propuse hacer un grupo a Iván y Miguel
Conejeros, ellos no sabían tocar y me sentía un poco culpable por saber tocar
algunos acordes, hacer cadencias y solos de guitarra. Me sentía en desventaja
porque nos vendían el producto de no saber tocar nada. Años después, volviendo
a escuchar la música que escuchábamos, comprendimos que obviamente todos sabían
tocar. Cuando me fui a Europa caché que todo el mundo estudiaba música en el
colegio, ahí te enseñan a leer música, a cantar en el coro con partitura. La
educación mínima musical de allá, era lo que aquí en Chile es un músico, igual
nos vendieron el pescado.
– Existen destellos creativos que son talentos naturales y que no
tienen que ver con los estudios, los músicos más reconocidos no necesariamente
partieron en la academia, parten con la música popular.
– Es lo que te digo, la
música mundial, por ejemplo la brasileña, no se estudia, no hay anotación, su
música popular es súper rica. La popular cubana no se escribe. La gran
diferencia de la anotación, y eso puede producir confusión, es que si alguien
sabe escribir una partitura por añadidura sabe de música y eso no es cierto. La
música se escucha no se lee, no se ve, se escucha y se siente. Tú puedes
desarrollar tu propio camino musical sin normas.
– ¿Cómo se produce el salto a Berlín?
– Mi salida fue el 86 a
Buenos Aires, después llegan Los Pinochet Boys porque habían allanado la casa.
Trabajé en un teatro de Omar Chabán llamado Paracultural, dueño de la discoteca
Cemento. Era un teatro donde trabajaba Vicente Ruiz. Los Pinochet Boys llegaron
a buscarme, yo estaba en la calle, casi como un homeless, no tenía un peso,
trabajaba ahí, me preparaba un spaghetti con mantequilla en la noche.
– ¿Huyendo de la repre o en la aventura también?
– Cuando me dijeron que
debía tener cuidado, que era mejor irse, fue al empezar nuestra represión en particular.
En esos años no podía cree que fuésemos tan importantes. Éramos solo un par de
punk con los pelos pintados.
Bueno, cambiaste un mundo donde estabas acorralado por uno espectacular.
– Para nosotros Baires era
espectacular, fue post la guerra de Las Malvinas. Para mí era la capital
cultural de América Latina. Me impresionaron los grupos, el look, los pelos,
era como estar en Europa. Ví a los Fabulosos Cadillac, a Sumo, siendo ellos muy
jóvenes y tenían equipos increíbles, como Gibson y Fender, que aquí pocos
tenían. Bueno, me pasaron a buscar y nos fuimos a Sao Paulo un año. Tuvimos mil
historias con Los Pinochet Boys. El 88 volvimos y el 5 de octubre voté, habíamos
participado en las marchas, en ese tiempo formé los Parkinson con Miguel, tenía
una novia alemana artista y re freak, la mandaron a desintoxicarse de la
heroína y se encontró con un mundo bien parecido. Mi viejo que quería deshacerse
de mí de alguna manera, me dijo, si me casaba con ella, me pagaba un pasaje a
Alemania, porque él pensaba que los alemanes eran todos correctitos.
– Un amigo que está en Paris, me dijo que prefería ser pobre en
Europa que en Chile.
– Bueno los pobres en Alemania
se van de vacaciones a Tailandia, jajajaja. Finalmente me casé con la alemana, sin
embargo era ambivalente el sentimiento que tenía, porque veía que los Parkinson
estaban funcionando, hicimos un par de conciertos y pensé que la íbamos a
romper, pero después vinieron las típicas depresiones santiguinas, que te
hacían estar en la nada.
– Si haces la analogía, ¿pasaba o no pasaba aquí? En relación a
Berlín.
– Creo que sí pasaba,
cuando comenzamos con Los Pinochet Boys había varias inauguraciones de pintura a
la semana y un montón de movidas, todo era autogestionado y pobre, Vicente Ruiz
con sus obras de teatro autogestionadas, nuestros conciertos con todo conseguido,
pasaba pero era precario, había mucha movida y eso no lo ví en ninguna parte, digo,
ese nivel de expresión.
– Te comentaba que se inauguraba y se escribía una historia cultural
desde cero. Porque antes fue todo destruido.
– Sí, de hecho lo
destruyeron, los de mi edad, tipo los Pinochet Boys en concreto, los que
estábamos en la movida, no teníamos recuerdo cultural de ningún tipo. Pero tuve
que recordar. Cuando estuve girando con Niños con bombas, un grupo que formé en
Hamburgo, teníamos un contrato con una discográfica de Nueva York y estuvimos
girando por Estados Unidos y en los viajes escuchábamos música AM, para ver qué
escuchaban los gringos, hablo del año 90, y era la música que escuchábamos en
Chile. Mi vieja me decía que antiguamente se escuchaba esa música, ahí cachamos
que fue una movida de la dictadura, porque lo primero que pusieron fue música
en inglés, ella me decía que antes se escuchaba música en español. Ahí me
acordé del programa de TVN Música libre, cuando era un niño, era gente del
barrio alto haciendo coreografías de los temas de moda. Me acuerdo que un tema
que estaba en el número uno era de Víctor Jara, la Plegaria del labrador. Estamos
hablando del número uno, que meses después fue uno de los primeros en ser
asesinado
Continuará…
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