YTO ARANDA Y SU NUEVA EXPOSICIÓN "DESDE LA RAÍZ" EN LA NOCHE ONLINE
LA INTELIGENCIA SUBTERRÁNEA DE LAS PLANTAS, EN UNA PINTURA ELECTRÓNICA
“Investigando encontré a Stefano Mancuso, un botánico italiano, pionero en el estudio de la neurobiología vegetal y defensor de la inteligencia de las plantas. En sus investigaciones descubrió que las plantas tienen por lo menos quince sentidos. Diez más que nosotros”.
Por Jaime Piña
Es la primera mujer, artista digital en Chile, reconocida, querida y valorada, que revoloteó en el incipiente arroyo de los computadores personales, mucho, mucho antes del caudaloso río sin orillas de nuestros días, que hoy cruza el abismal infinito de las redes transdimensionalmente.
Su padre fue marino, lo que implicó constantes cambios de ciudad. Sin embargo, vive una infancia espectacular, habla a los ocho meses y no solo decía mamá o papá, era una guagua dialogante. Después a los tres años, según su madre, escribía y leía los diarios, fue una pequeña fenómeno, bien informada.
Inquieta e imaginativa, nunca se asumió como matea, teniéndolo todo para ello. Alumna regular de las Monjas Francesas, cuando se motivó y se puso las pilas afloró su genio, aprendió a pensar y siempre concretó lo que se propuso.
ABDUCIDAEmpieza a hacer arte digital el año 96, cuando obtiene su primer computador, sin pretensiones, solo con la pasión por su PC.
“Fue un proceso bien largo, –dice Yto–, me inicié con el Paint, en esos años ni soñar con el Photoshop, tenía un Windows 3.1. Me puse a dibujar en el Paint y a hacer inventos con la impresora. Saqué mil catálogos donde me comprometía con la pintura, algo en contradicción con la realidad, porque el catálogo fue una obra en sí mismo, resultando mi primera obra digital masiva. Años muy intensos, porque fui abducida por el mundo digital, creé formas que se relacionaban con lo pictórico, hice papel reciclado a mano y lo pasé por la impresora, escaneé mis obras y las intervine digitalmente, hasta que el año 98 creé la revista Escáner Cultural, publicando el primer número en 1999, involucrándome con artistas y una comunidad muy informada”.
LA OBRA EN EL TERRITORIO
Su último trabajo, “Desde la raíz”, que se exhibe actualmente en la Región de O’Higgins, es un Fondart 2024, exposición que se presenta hasta el 31 de julio, en la Casona Cultural de Pichidegua. Montaje que en octubre, estará presente en la Bienal de Artes Mediales de Santiago, exhibiéndose en la sala Under del Ceina, Centro de Extensión del Instituto Nacional, Metro Universidad de Chile. Bienal en la que ha participado en tres ocasiones.
“Desde la raíz”, es una exposición que Yto propone hacia lo rural, trabajando con el Programa Cecrea, del Ministerio de las Culturas, que son Centros de Creación, un programa que busca promover el derecho a imaginar y a crear en niños, niñas y jóvenes, de siete a diecinueve años, a través de la convergencia de las artes, las ciencias, las tecnologías y la sustentabilidad.“He hecho muchos talleres con ellos –explica Yto–, es una entidad adelantada súper potente, de niños que escuchan. Llevan a artistas que les enseñan a trabajar con la electrónica. Flavia Bustos, su directora, es una mujer visionaria. En esta alianza, conectamos con el tema del bosque esclerófilo, uniendo nuestros ideales y sueños, que es la conservación y dar a conocer la importancia del territorio y el bosque”.
UNA FREAK ESCUELA DE ARTE
La seguridad de lo que quería, la llevó a la escuela de arte de la Universidad de Chile, licenciándose en pintura, haciendo oídos sordos a lo que decía su familia, de que estudiara otra carrera. Visitó la escuela de arte de la Católica, pero se rayó con los lockers pintarrajeados de la Chile, enamorándose del inmenso espacio eriazo, rodeado de las inconclusas estructuras oxidadas de esa escuela, cuenta Yto:
“Al frente estaba la Facultad de Ciencias y todo fue para mí muy cercano, era lo que yo quería”.
Entra en plenos años 80, cuando la fauna humana de la calle Las Encinas, en Macul, era excéntrica, pintamonos, llamativa y politizada, en tiempos que el rock y el arte luchaban contra una feroz dictadura. Comenta Yto:
“Venía de un colegio de monjas y ahí tuve una transformación, no sé si espectacular o horrorosa. Si antes era rebelde, esto se acentuó, porque la arrogancia de la juventud nos hizo creer que nosotros en la escuela, entendíamos todo y los otros mortales no entendían nada. Pero después me di cuenta que nosotros entendíamos una parte y los otros entendían lo que era la vida real, me refiero a la clase trabajadora”.
Si bien es de los 80, se considera de los 90, aunque tuvo influencia de Bororo y de otros próceres, entre ellos Omar Gatica, a quien admiraba en esa época, fue con él con quien estableció tiempo después una relación que duraría años, hasta la partida de Omar.
– ¿Cuéntame de tu paso por la escuela de arte?
– Mi vida fue bien distinta antes de entrar a la escuela, estuve en las monjas en octavo en Viña y la enseñanza media la hice en las monjas de Santiago. Después mi mamá se separó y dejé atrás el vínculo que tenía mi padre con la Armada. Empecé a entender la gravedad de lo que pasó en la dictadura, algo importante para mí, porque cambió mi percepción de todo. Cuando entré a estudiar arte, conocí el horror de los crímenes y las torturas, los detenidos desaparecidos, hechos injustificables para mí. Porque una cosa era poner orden en el país y otra cosa muy distinta fue darle paso a psicópatas para que hicieran lo que quisieran con las personas.
Ese horror me afectó muchísimo, cuando vi que vivía en un país que estaba sufriendo, tuve mucha tristeza y pena.
Además, vino una crisis económica muy dura para todos, gente de clase media cayó a niveles de pobreza desastrosos. Vi una generación perdida y los que logramos salir bien, fue porque tuvimos mucha suerte.
UN SALTO CUÁNTICO
En la universidad, nos sumergió en lo profundo del arte el profesor César Osorio, nos hizo dibujar con tinta china hasta la locura, nos pedía mucho trabajo, después vino el color, la línea y más tarde el dibujo. Mi gran formación fue el 84, porque Osorio se preocupó de sensibilizarnos para que entendiéramos el arte y ahí sentí que crucé el puente. Eso se lo debo a Osorio. También a Adolfo Couve, que en sus clases nos hablaba de Rembrandt, para entenderlo en profundidad, después a Velázquez, ¿por qué Velázquez era un genio? Después a Cezanne. Couve le imprimía tanta pasión cuando hablaba de los artistas, que salías mirando el mundo de manera diferente.
También estuvo Rodolfo Opazo, en un tiempo que yo no vivía en Santiago y no pude profundizar mucho con él. Pero sí me enseñó cosas muy importantes, también fue profesor de Omar. Le tuve mucho aprecio porque transformó a Omar. Opazo tenía la capacidad de llevarte a lo que ahora llaman el salto cuántico. Él era capaz de hacerte pegar saltos, saltos muy grandes en tu trabajo.
– ¿Perteneciste a algún colectivo en la Chile?
– Sí, un tiempo estuve en la Contingencia Psicodélica, pero me retiré porque se pusieron New Wave y yo soy reacia a seguir la moda de otros, me mantuve como soy nomás, algunos pensaban que era hippie, porque usaba una ropa que me regalaba una amiga noruega, pero nunca me consideré así, sino una artista.
Me gustaba el expresionismo abstracto y tenía facilidad para aprender. Hacía una pintura que era reconocida por los profesores. En tercero o cuarto tuve un hijo y me fui a vivir a Caldera, terminando el último semestre por tutoría. Después me fui a vivir a El Tabo y tuve mi segundo hijo. Nunca dejé de pintar y me titulé el 90. Para la memoria me pidieron 12 pinturas y llevé 50, en ese tiempo necesitaba pintar. Siempre el arte me saca adelante cuando las cosas se ponen difíciles, es lo que me da energía.
–¿La dificultad es una emoción que se refleja en tu pintura o pintas para evadirla?
– Creo que las dos cosas. En la universidad llegaba con muchos bocetos, me gustaba trabajar de manera masiva, hago cinco o seis cuadros al mismo tiempo.
LA INTELIGENCIA DE LAS PLANTAS
– ¿Sucedió lo mismo en tu actual exposición “Desde la raíz”?
– Para este Fondart, hice veinticuatro pinturas electrónicas, una locura, porque fueron complejas de construir. Sabía que iba a ser un desafío, porque para resolver el proceso creativo, contra el tiempo, sobre todo la instalación del tejido, que fue muy lento, tuve que hacer la parte pictórica muy rápido y me funcionó. Estas obras contienen tres pinturas en cada cuadro. Entonces, al final fueron 72 pinturas abstractas, que funcionaron armónicamente, muy bien integradas con la temática de las raíces y las micorriza.
– ¿Micorriza, qué es eso?
– Son conexiones subterráneas. Asociaciones simbióticas entre los hongos y las raíces de las plantas. Son lo que no vemos de las callampitas que observamos en el bosque o en el jardín. Hoy existe una revolución científica en cuanto al mundo de la micorriza, porque el mundo vegetal tiene su propia red y están hiperconectados bajo tierra. Entre los árboles, las plantas y los hongos se comunican, dándose nutrientes entre sí.
– ¿Cómo se te ocurrió todo esto?– Lo que pasó, es que con Omar quisimos irnos de Santiago y compramos un terreno en una localidad que se llama Pichi, a ocho kilómetros del pueblo llamado Alhué, en la Región Metropolitana, en el límite con la Región de O’Higgins. Es un cordón que está en la parte más alta de la cordillera de la costa, llamado cordón de Cantillana, donde existe un importante bosque esclerófilo.
– ¿Qué extensión tiene el terreno?
– Treinta y seis hectáreas de bosque, el que quise entender desde lo astral hasta lo subterráneo, desde el sol con la fotosíntesis a las raíces, los hongos y la micorriza. Me puse a investigar y estudié a Stefano Mancuso, un botánico italiano, pionero en el estudio de la neurobiología vegetal y defensor de la inteligencia de las plantas. En sus investigaciones descubrió que las plantas tienen por lo menos quince sentidos, o sea diez más que nosotros. Desarrollando una capacidad de sobrevivencia superior y más resistente que los humanos. Al ser un hábitat mucho más antiguo, Stefano Mancuso plantea, que son organismos más inteligentes que nosotros los mamíferos.
– Muy interesante lo del bosque. ¿tiene un nombre ese lugar?
– Bautizamos Rao Caya a este lugar, Rao es medicina y Caya alma, medicina para el alma, en lenguaje Shipibo-konibo, de los indigenas amazónicos.
Con Omar trabajamos mucho con chamanes en esa región. Lo que nos hizo ver la vida desde un punto de vista más profundo, serio y no quedarnos en la superficie, entonces nos fuimos con todo y encontramos este bosque, que no es tan accesible y un poco inhóspito. Cuando llegamos no había señal de celular, ahora tengo internet y electricidad, pero vivimos cinco años sin luz. Llevo un buen tiempo leyendo y estudiando esta materia. El primer proyecto que desarrollé en Rao Caya se llamó Ko, en Mapuche, agua. Este proyecto, también un Fondart, se instaló en junio de 2017 en dos muros del Metro Quinta Normal. Todavía existe, es electrónico y lumínico.
SOBRE ESCÁNER CULTURAL
Hoy la página se llama art.escaner.cl y lleva 25 años. La web desde sus inicios publicó números digitales y los anunciaba a los cuatro vientos. Tenía muchos seguidores gracias a la difusión, lo que hizo a Yto muy conocida a nivel latinoamericano y en el mundo de las artes y las tecnologías. Comenta Yto:
“Después entré al Net.art, que fue algo fascinante, en ese tiempo pensaba que el futuro del arte estaba dentro del computador, en el Net.art”.
– ¿Te gustaría mencionar alguna obra de Net.art, de tu autoría que consideres relevante?
– Sí. Una importante obra de Net.art fue “Cyber bird dance”, que trataba de los pájaros. Como dibujaba pájaros en el computador y los animaba, fue una obra súper interactiva, que tenía sonido también. Yo decía, estos pájaros los vamos a ver en el futuro en una pantalla. Al adelantarme un poco, pude prever y me empecé a cuestionar las pantallas, antes de que se volvieran tan masivas.
– Veo que este mundo predigital te cautivó
– Sí. En un momento sentí la necesidad de unir lo pictórico con lo digital. Cuando descubrí lo que llamaban Physical Computing, que era llevar el mundo digital a la vida real, por ejemplo un cajero automático o la tarjeta del metro, que son Computación física, me abrieron la mente. Cuando conocí los dispositivos microcontroladores, que son minicomputadores, empecé a trabajar mucho con los Arduino Nano y como mis trabajos no requerían tanto microcontrolador, con uno chiquitito y potente me bastaba. Con unas cápsulas más chicas que una caja de fósforos hice funcionar cientos de cintas Led. Como mis primeras pinturas buscaban esta inusual unión, me dije, tengo que aprender electrónica y empecé a crear mis propios circuitos, a hackear circuitos y finalmente he terminado trabajando con sensores, Arduino, parlantes y sonido.
COLOR LUMINICO– ¿Cómo trabajas el color?
– Es muy interesante y no se habla mucho del color Led, como color lumínico, en general cuando la gente habla de los Led, habla de las luces. Para mí los Led y las luces son una herramienta. Trato incluso de que no se vean. A veces se ven por el reflejo de las pinturas, pero lo que a mí me interesa es el color lumínico.
Todos sabemos que, al enfrentar dos colores de pigmento, por ejemplo, un círculo verde en un fondo amarillo, se ve distinto a un círculo verde en un fondo rojo. Imagínate lo que pasa si además agregas color lumínico. Sumado a que yo trabajo en capas, tengo todo tipo de pinturas, algunas demenciales, donde instalo circuitos dentro de un Plumavit y lo pinto, agregándole color lumínico, motores y un montón de cosas, que las hacen pinturas muy interactivas.
– ¿Tus pinturas son escenas en capas?
– Siempre voy experimentando y cambiando. En el fondo descubrí que a través de lo que llamé pintura electrónica, junté la pintura con lo digital y la programación. Imagínate, desde 2008 llevo diecisiete años en esto y lo he abordado de distintas maneras, traté un tiempo el color y las capas con visillos y ahora lo hago con un policarbonato súper transparente, donde las capas se ven hasta el fondo. Además, algunas las hago interactivas, para que las personas puedan interactuar con ellas. Unas más simples, otras más complejas. No me preocupa la complejidad técnica de la obra, me interesa más transmitir una idea. Cada vez le doy más importancia al tema que trato de transmitir y en muchos momentos me he sentido lejana al movimiento tecnológico o de nuevos medios, en el sentido de que hago cosas con una simplicidad tremenda y no estoy en la cosa del circuito o de innovar técnicamente. Pero otras veces, si mi obra requiere una técnica más compleja, lo hago, siempre estoy en un ir y venir.
– ¿Cuéntanos del lugar donde se está exponiendo tu obra?
– Es la Casona Cultural de Pichidegua, una casona con tejas, tradicional y típica chilena, en el mismo espacio donde está el Cecrea. Expongo en dos salas, para lo cual se crearon unos paneles como soporte para las pinturas, en formato exposición.
– ¿Cómo es el contrapunto entre una exposición moderna, futurista y un lugar tan tradicional?
– Para ellos es súper, dicen que nunca habían tenido una obra así. Porque les importa que la gente de la zona, sobre todo los niños que están en el Cecrea, que entienden de arte, conozcan una exposición inmersiva, lumínica y sonora.
– Descríbeme la instalación de la exposición.
– En la zona central de una de las salas, hay un tejido que hice con yute o sisal, de diferentes tonos muy acotados, amarillo, rojo, café, pero un rojo bien tierra y el color natural del sisal que es ocre. Tejí más de un año. La instalación tiene siete módulos y las raíces están interconectadas entre sí. Dentro de cada módulo hay un sensor de tacto, que si tocas, empiezas a escuchar los sonidos del bosque esclerófilo. Si los sensores son activados por varias personas al mismo tiempo, se pueden escuchar los siete sonidos. Además, puse una cajita con un sensor, que cuando la gente pase caminando también active estos sonidos, por si no se dan cuenta o no los quieren tocar.
Estas raíces tejidas están conectadas con otras raíces que se comunican en red y dentro de estas raíces pasan colores lumínicos que representan el intercambio de información.
En esa interconexión se produce lo inmersivo, porque tienes que recorrer por dentro tocando para ir escuchando los sonidos, todo esto en un lugar oscuro.
Las 24 pinturas tienen un montón de información, porque son lumínicas y están en movimiento, hay infinitas pinturas en una, además las programo para que sean aleatorias. Al principio las hacía con loops cortos de uno o dos minutos, pero ahora, que la tecnología ha avanzado, puedo programarlas aleatoriamente, para que cambien, unas muy lentas, otras más rápidas, para que las personas se den cuenta que cambian. En el fondo son pinturas con infinitas pinturas dentro de sí.
CON OMAR GATICA
La historia con Omar, es una historia de amor de película, nos relata Yto:
“Lo romántico de nuestra historia, es que Omar me vio en la universidad años antes, el año 84, cuando estaba en primero. Me vio pintando y él me cuenta que se enamoró”.
Este episodio que le relató Omar, sucede estando él con la Pancha, un pensamiento invisible y como era un hombre noble, nunca le dirigió la palabra a Yto.
“Lo divisé de pasadita, ni me acordaba de él, pero me contó eso después, la vez que nos conocimos y sí, ahí me acordé”, cuenta Yto.
Casi en simultáneo conoce a la Pancha y se hacen amigas, quien le hablaba siempre del pintor.
“La gente le preguntaba por Omar y ella siempre decía, está pintando, y describía lo que estaba pintando”.
Yto y Omar tuvieron una conexión muy profunda con la pintura, entonces le fue llamando la atención la existencia de este pintor.
“Un día entré al Bar Jaque Mate, en Plaza Italia y Omar se me acercó, –prosigue Yto–, y me dice, hola, te invito lo que quieras. Le respondí, me encantaría, pero estoy acompañada, ya estoy invitada. Entonces me dice, ¿sabes quién soy? Y yo le digo, no. Soy Omar Gatica. Uy le respondí, soy súper amiga de la Pancha. Estoy separado, replicó. Y eso altiro me llamó la atención, pero me fui con el amigo que me había invitado, así que no pude estar con él”.
Se encontraron dos o tres veces más, generándose una atracción muy poderosa, que al tercer encuentro, fue tan fuerte, que no pudieron disimular.
“Bueno, nos juntamos en un lugar, pero Omar se fue y yo quedé súper picada porque Omar se había ido y nos dejamos de ver como un mes. Hasta que un día que estaba especialmente triste, nos encontramos en Bellavista.
Lo vi y pensé, esta vez no lo suelto. Y lo divertido es que Omar pensó lo mismo, dijo, esta vez no la suelto. Ese 22 de julio del año 90, hace 35 años, nos dimos nuestro primer beso y desde ahí no nos separamos nunca más.
Los últimos diez años fue amor total, la perfección de una relación de pareja. Éramos súper felices. Omar me decía que él no necesitaba a nadie más en el mundo, que conmigo era suficiente. Tenía tal devoción que se reconocía Ytodependiente y yo Omardependiente total”. Concluye Yto.
- ¿Qué mensaje le mandarías a Omar, ahora que no está en este mundo?
- Bueno, le diría, que lo único que quiero es volver a estar con él. Es lo que más me gustaría en la vida. O sea, como que ya no me interesa la vida sin él.
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