NELLY RICHARD AL PREMIO NACIONAL DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES 2025

ACADÉMICA, CRÍTICA, TEÓRICA, ENSAYISTA CULTURAL

UN RECONOCIMIENTO A COMUNIDADES QUE HAN ESCRITO LA HISTORIA DEL ARTE, LA CULTURA Y LA POLÍTICA EN CHILE

Por Jaime Piña / Director revista cultural La Noche


“Las extremas derechas detestan a las humanidades porque mantienen viva la tradición del pensamiento crítico. En contra de las nuevas formas de oscurantismo, es más urgente que nunca defender la teoría y la crítica de la cultura para reflexionar sobre la relación oculta entre lenguaje, poder, dominación y violencia”.


Para comenzar esta narración acerca de Nelly Richard, fluctuando en los años, decido iniciar en 1982, el año de los atisbos de la rebelión, que fue in crescendo al año siguiente, porque para muchos, en esos tiempos, no nos quedaba otra alternativa que conquistar nuestros principios, en la universidad, en los textos y en el arte, enfocados en oponernos a la dictadura y prender luces por el retorno a la democracia, sobre todo la juventud, de la que yo era parte. Ese año, Nelly publica la primera edición en inglés del emblemático libro “Márgenes e Instituciones” por editorial Arte &Text en Melbourne, Australia.

UN ARTE DESPERDIGADO

En el campo cultural del arte y la política, van conviviendo sucesivamente las propuestas de grupos neovanguardistas, que Nelly definió como la Escena de avanzada y los neoexpresionistas, además de los transvanguardistas, los new waves, los exiliados y los renovados de una izquierda que buscaba su lugar. Es una historia larga y frenética, de procesos convulsionados, que intentaban bajar la pelota al piso.

Desde el 80, cuando imponen la Constitución de Pinochet, las ediciones independientes toman fuerza por expresarse, desde la intermitencia de exposiciones, eventos, performances artísticas y culturales, muchos de ellos desde fuera de la academia. Relacionada con editores como Francisco Zegers, quien había publicado el libro de Nelly “Cuerpo Correccional” en 1980, escritores como Diamela Eltit, Gonzalo Muñoz, el teórico Ronald Kay, el filósofo Pablo Oyarzún, la crítica Adriana Valdés, entre otros. Intelectuales que debatían acerca del proceso del arte, la academia y las vanguardias. En el libro “la Cita Amorosa”, sobre la pintura de Juan Dávila (1985), Nelly daba cuenta que desde el arte se hablaba a la sociedad en clave política. Viviendo procesos que involucraron a importantes artistas, como Carlos Leppe, Carlos Altamirano, Lotty Rosenfeld, Francisco Brugnoli, Juan Dávila, Gonzalo Díaz, Eugenio Dittborn, Arturo Duclos, Virginia Errázuriz.

Valorada por transitar el empedrado de aquellos próceres, creadores duros, certeros, que con textos complejos impactaron desde las páginas de la Revista de Crítica Cultural, un resumidero de pensamiento y obra reflexiva, que se debatía entre persistencia y sobrevivencia, hablo de plumas intelectuales quienes publicaban en aquellas páginas, dirigida por Nelly Richard.

Fotografía de portada: Alejandro Hoppe.



UNA REVISTA Y OTRA MÁS

Corría el año 1995, cuando el escritor Marcelo Mellado, en ese tiempo director de revista La Noche, escribió unas palabras acerca de la publicación de Nelly en nuestro cuarto número. Marcelo habitaba esas galaxias junto a su hermano el crítico Justo Pastor Mellado. Marcelo colaboraba con la revista de Nelly, que cumplía una década, mientras nosotros recién transitábamos el segundo año, escribe Marcelo: 

“…quiebres, fragmentos, torsiones-distorsiones y subversiones, conforman en esta publicación una práctica textual que deja huellas y fortalece positivamente nuestro medio cultural”.

Para mí como creador de revista La Noche, no tenía que caminar muy lejos para acercarme a Nelly, desde mis primeros años en la escuela de arte de la Chile, ella perteneció a un mundo misterioso, de un público selecto e inteligente. Siempre entendí la razón de sus complejidades, el golpe les dio una estocada cercenadora, más dura que a mi generación. 

Para Marcelo, era un ejemplo de potencia editorial y creatividad: 

“…que una revista teórica, independiente, llegue a los diez números. Compareciendo en la Galería Gabriela Mistral, en el marco de la celebración, la obra de los artistas que han convertido a la revista en un objeto con un peso estético que marca las diferencias: Dávila, Duclos, Altamirano, Dittborn, Díaz, Rosenfeld y Errázuriz. Además, escritores e intelectuales de todo el continente, que comparten la opción pulsional por las crisis objetuales y la deconstrucción, hilvanados por el hibridismo y la melcocha cultural”.

En la foto: Eltit, Gligo, Olea, Brito y Richard





UN MERECIDO PREMIO NACIONAL

Cincuenta mil años después, en el cumpleaños del artista plástico Jorge Cerezo, le propongo a Nelly hacer esta entrevista, ella me dice que lo suyo es la escritura, yo le pido lo coloquial de la oralidad, me dice, confía en mí, prefiero la escritura, entonces decidimos escribirnos por mail. En la mesa de esa noche, se hablaba de su larga trayectoria y nos interesó poner en contexto su postulación al Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2025, encabezada por el filósofo Pablo Oyarzún de la Universidad de Chile.

Su historia nutrida como sus publicaciones, se puede googlear, pero acercarme a ella como nunca lo hice antes, era un difícil placer, porque quería situar lo que sucedió bajo el proceso de la Unidad Popular, cuando ella llega a Chile y trabaja con Nemesio Antúnez en el Museo Nacional de Bellas Artes, tanto como saber qué sucedía al interior de la mente de esa sociedad, su aporte y la vital mirada a la estampida posterior, desperdigada en la confusión, para que en sus propias palabras, auscultar el fenómeno social de un cambio que no se ha detenido nunca.

Fotografía: Paz Errázuriz






UN POCO DE HISTORIA

– Cuando se produce el golpe y Chile entra en el páramo, la voz apagada del fenómeno cultural de la década del 70, busca cauces donde expresarse. ¿Cómo se leen esos residuos culturales casi inactivos y qué significación le otorgas?

– En los tiempos de la Unidad Popular, efectivamente la cultura se desempeñó como un instrumento vital a favor del cambio histórico y político. Pero esto ocurría cuando regía la consigna, en la izquierda clásica, del “arte al servicio del pueblo”. Esa consigna supone un modelo pedagógico que lleva el arte a subordinar sus formas al contenido ideológico del mensaje revolucionario, proclamado en nombre de la historia.

– Fue un concepto muy asimilado pero, ¿Hubo disidencia?

– Históricamente, en contra de ese modelo ilustrativo de “arte comprometido”, las vanguardias y las neovanguardias reclamaron autonomía formal y conceptual, para desarticular y rearticular lenguajes y procedimientos según reglas de especificidad. Esto no quiere decir que las vanguardias y neovanguardias no se asuman como arte político, pero sí ponen en duda que el arte deba “representar” a la política y su ideología social según una correspondencia lineal entre contenido y forma. La historia del arte del Siglo XX, registra intensamente estas controversias en torno a la “representación”, tanto en el sentido estético como político de la palabra.

EL GRUPO CADA

– ¿Qué sucedió durante ese proceso de transformación, porque los artistas, siendo progresistas, necesitaron compatibilizar e ir más lejos en esos planteamientos una vez avanzado el golpe?

– Para aterrizar, me gustaría citar el ejemplo de una obra decisiva que defiende un modelo de arte social y, al mismo tiempo, renueva los formatos y soportes de la tradición del arte. Se trata de la obra del grupo CADA “Para no morir de hambre en el arte”, de 1979. Es una obra que rememora la Unidad Popular, al trabajar con la consigna del “Medio litro de leche”, que era parte del programa de gobierno de Salvador Allende, para luchar contra la desnutrición infantil. El grupo CADA hace funcionar esta consigna en distintas instancias del proceso de la obra, generando un recordatorio afectivo de la revolución socialista, cuya mención estaba proscrita por la censura en dictadura. Pero, junto con rescatar esa memoria político-social de la Unidad Popular, el CADA elabora nuevas estrategias artísticas como son: los registros en video que reproducen las imágenes de su propia acción urbana en monitores expuestos a los transeúntes de la ciudad; publican páginas impresas en revistas de oposición que son intervenidas con fotos y textos poéticos, etc. La circulación de camiones por la ciudad distribuyendo leche y la tachadura del frontis del Museo Nacional de Bellas Artes, acentúan la mezcla entre compromiso social, audacia conceptual y reflexividad artística. En tiempos de censura y en medio del descampado, había que reinventar la imagen y la palabra, dando cuenta de las fracturas de la historia rota por el golpe militar. Esto supuso generar enlaces vitales entre la herencia y la invención.

– Estuvo a la vista que el arte quería ser dominado por la elite, los que velaban por un arte apolítico. Cuando aparece esta escena, que da un sentido al mundo intelectual, conceptual, pero como grupo aparte, ¿qué sucede posteriormente cuando es reemplazado por el arte abstracto, funcional a la derecha cultural?

– La dimensión colectiva de lo que se ha conocido como Escena de avanzada, Carlos Leppe, Eugenio Dittborn, Carlos Altamirano, Lotty Rosenfeld, el grupo CADA, etc. se diluye en 1983. Pero no creo que haya que encerrar estas experiencias artísticas bajo la etiqueta de “conceptualismo”, como si se tratara de un movimiento que viene luego a ser sustituido por la transvanguardia u otras corrientes pictóricas que lo dejaron atrás, según los patrones o las modas de la historia del arte internacional. Todas las obras de la tradición artística se resignifican. Por la intensidad política con la que la Escena de avanzada renovó los signos y los códigos del arte, su emergencia reflexiva sigue plenamente vigente. Así lo demuestra la importancia que tienen sus obras, tanto en los museos como en la academia internacional, donde se las considera máximas referencias del arte latinoamericano.

– Sin duda marcó un simbolismo muy de avanzada durante esos años complejos, pero, ¿a qué te refieres con su permanencia en el tiempo?

– La vigencia de estas prácticas, la pudimos comprobar cuando en 2024, llevamos al Parque de la Memoria de Buenos Aires, la exposición retrospectiva de Lotty Rosenfeld, que curamos con María Iris Flores. No sólo la obra de Lotty fue recepcionada por el público como una obra decisiva, para reflexionar sobre las políticas y las estéticas de la memoria, que buscan activar el recuerdo en tensión con un presente que lo torna cada vez más remoto u oculto. La obra de Lotty, también habla de poder y dominación, de capitalismo intensivo y de mercado neoliberal. Y lo hace desde el gesto urbano de trazar en el pavimento o en las pantallas un signo +, que responde a la apuesta comunitaria del multiplicar y sumar. Esta apuesta fue leída en Argentina, en los primeros meses del siniestro gobierno de Milei, como una potente transmisora de energías críticas. La obra de Rosenfeld, sería el ejemplo de un arte de oposición y resistencia, primero a la dictadura y luego al neoliberalismo que, sin renunciar a las poéticas del arte, trabaja políticamente con todo lo que el diseño neoliberal busca eliminar: la memoria social, el sentido de comunidad, las imágenes refractarias a los brillos del mercado, la provocación estética de una experiencia visual que choca con la pasividad e indiferencia con que desfilan los signos-mercancías.

EL PODER DE LAS LUCAS

– Durante décadas los problemas del país se centraron en el saqueo a sus recursos naturales, hasta que Salvador Allende decide un mejor destino y nacionaliza el cobre, generándose un gran movimiento social, político y cultural, que da un nuevo ímpetu y esperanza a una sociedad postergada y explotada. ¿Cómo se explica desde el punto de vista del patriotismo, que un sector de esa sociedad haya derrumbado nuestra democracia a favor de los saqueadores?

– La historia, la política, y también la cultura, son zonas de conflictos y antagonismos que nunca se resuelven de una vez y para siempre, en la dirección de un futuro pretrazado. Las tensiones políticas, ideológicas y culturales son constantes y variables. A veces se explicitan de modo muy agudo mediante enfrentamientos directos o golpes de estado y otras veces permanecen latentes, pero nunca desaparecen. Toda voluntad colectiva de transformación profunda de la sociedad hace que choquen entre sí visiones de mundo que son atravesadas por intereses de signo contrario, entre quienes detentan el poder y quienes cuestionan y disputan su hegemonía.

– Si bien puede ser una figura retórica, el concepto del hombre nuevo que se instaló en el inconsciente colectivo de ese tiempo, sin embargo ¿dónde está o en qué se transformó ese hombre nuevo?

– La historia no es lineal, es decir, no avanza en sentido recto ni concluye en un desenlace seguro. Los procesos emancipadores, tal como fue el de la Unidad Popular, que buscó convertir al pueblo en protagonista de su propio destino, están expuestos a obstrucciones y reversiones que, muchas veces, interrumpen el sueño de que triunfe definitivamente el “hombre nuevo”. Por suerte, la memoria y la imaginación son capaces de reactivar los sueños del pasado, para volver a intercalarlos en el presente como nuevos vectores de futuro.

LOS RETROCESOS

– ¿Fueron esos atisbos culturales, humanizados de esperanza el espejo de los ideales que alimentaron el embrión de los cambios que vendrían?

– Lamentablemente, los cambios “humanizados de esperanza” que parecen marcar avances civilizatorios, también peligran. En Chile se creía que los años de la transición habían instaurado un cierto consenso en torno al “Nunca Más” para condenar los crímenes de la dictadura militar. Los cuarenta años del golpe en septiembre 2013 armaron una escena que le daba un cierto sustento social y político a ese consenso, ya que hasta el gobierno de derecha de Sebastián Piñera se desmarcó, al menos en el plano del discurso, de la criminalidad de la dictadura. Sin embargo, la última conmemoración de los cincuenta años del golpe en septiembre 2023 demostró, lamentablemente, que tal consenso era mucho más frágil de lo que suponíamos.

– Sí, porque la derecha quiso validar la épica desde su propio punto de vista de la historia.

– La derecha y la ultraderecha, en septiembre 2023, relativizaron el tema de las violaciones a los derechos humanos y volvieron incluso a justificar, descaradamente, el golpe de estado militar. Esto nos confirma que ningún saldo de la memoria a favor de las víctimas de la historia, está ganado para siempre. Revisionismos y negacionismos están a la vuelta de la esquina. Así lo comprobamos en un período mundial de auge de las ultraderechas que se sienten muy cómodas con un régimen de posverdad, al que le da lo mismo la distinción entre lo verdadero y lo falso.

– Es un juego de manipulación propio de su épica, subestimando la inteligencia de un pueblo que dominan a su antojo.

– Por lo demás, la distinción entre realidad y ficción o verdad y mentira se ha vuelto enteramente manipulable por las tecnologías digitales que saben muy bien distorsionar lo real.

UNA SOCIEDAD EN LA NEBULOSA

– ¿Esa desinformación ha desdibujado la posición política de clase?

– Creo que la izquierda no le ha prestado suficiente atención a las mutaciones tecnológicas que intervinieron el régimen de valores y creencias que antes sustentaba los procesos de identificación política y de adhesión popular. A diferencia de los tiempos de la Unidad Popular, ya no podemos apoyarnos en una noción homogénea de “pueblo”, que represente a grupos con formación y conciencia de clase. La misma idea de “revolución” pertenece al Siglo XX y ha sido reemplazada por las “revueltas”, como manifestaciones dispersas, inorgánicas. El agente de las revueltas ya no es el “Pueblo”, sino “las multitudes” que se autoconvocan en las calles para gritar que están en contra del sistema, pero sin contar con un plan de futuro que racionalice las transformaciones políticas necesarias. Son multitudes contingentes que se reúnen pero, también, se dispersan según ritmos impredecibles, a medida que entran en contradicción deseos, intereses y necesidades. No responden a los lineamientos articuladores de un programa de transformación político-social que las cohesione. Y por esto cuesta mucho que las energías liberadas en las calles para expresar el rechazo a lo dominante, encuentren los mecanismos para pasar del momento excepcional de la ruptura del orden a una secuencia organizada de construcción político-institucional. Así ocurrió con la revuelta de octubre 2019 en Chile y lo fallido de su “después”.

– Durante los primeros años del retorno a la democracia, se vive un auge cultural, que se refleja en la nueva vida nocturna y la vitalidad de lo gregario, ¿qué le pasó a esa sociedad en sus diferenciaciones sociales y la búsqueda de nuevas identidades?

– La transición neoliberal vino básicamente a normalizar la vida política gracias a un pacto forjado entre Consenso y Mercado, que tendió a homogeneizar el cuerpo social. Ese cuerpo se trasladó de la memoria más combativa del “pueblo”, a la masa anónima de “la gente”, que se deja moldear por las encuestas de opinión y los rankings de consumo. La transición disciplinó a la ciudadanía, bajo la promesa de una integración a la modernización capitalista vía el consumo, tratando de restituir una cierta diversidad cultural que se expresó, sobre todo, en una variedad banal de gustos y estilos evitando las controversias de ideas y posturas intelectuales.

EL ARTE AL FORMULARIO

– ¿Cómo se fue transformando la cultura y el arte durante la transición hacia un bien de consumo, absorbido por el mercado?

– En el caso del arte y la cultura, prevaleció el tema de las “políticas culturales”, abordado desde una lógica burocrático-administrativa, que mide cuantitativamente los proyectos en función de su realización técnica y de lo masivo de su difusión y recepción. Por supuesto que esta burocratización e industrialización de la cultura en la transición, nos hizo echar de menos la intensidad de las discusiones teóricas y críticas que se daban en los ochenta en torno a la función del arte y sus vínculos con la política. Con la transición, se profesionalizó y academizó la producción artística, pero las obras dejaron de tener el rol provocativo que tenían en los años de la dictadura, cuando generaban debates entre interlocutores que provenían no solo del campo del arte, sino de la filosofía, la sociología, la literatura y la poesía, el cine y el video. Junto con la segmentación de los públicos, se debilitó el debate intelectual en la esfera pública, en buena parte debido a la política de medios que ocupó la transición para favorecer la prensa empresarial y dejar abandonadas a las tribunas críticas.

LA CRÍTICA CULTURAL

– ¿Cómo se pudo mantener ese espacio crítico vigente y en tensión?

– Es en respuesta a este abandono, que asumimos el desafío de crear la Revista de Crítica Cultural, que dirigí entre 1990 y 2008. Fue una verdadera proeza sostener un proyecto editorial independiente. Me siento orgullosa de haber logrado publicar 36 números, de una revista cultural de circulación latinoamericana, que convirtió en materia de análisis lo que el oficialismo de la transición dejaba de lado. La Revista, a través de escrituras que se reconocían en el ensayo, abordaba temas vinculados a los archivos de la memoria, la ampliación de la democracia, la renovación de la izquierda, el rol de las universidades públicas, la mercantilización cultural, el destino de las humanidades, el feminismo.

Si bien lo que predomina, en una sociedad de mercado, es un tipo de cultura que se consume expeditamente como bien y servicio, siempre existen iniciativas que van contra la corriente: distintas expresiones contraculturales pero también, la actividad de los circuitos editoriales independientes, de los colectivos artístico-culturales que sacuden el sistema comercial, poniendo a circular energías no domesticadas. Me parece, por ejemplo, que la Galería Metropolitana ha jugado un rol muy innovador al experimentar con distintos vínculos entre arte, localidad y comunidad que trastocan, a nivel micropolítico, las relaciones entre centros y periferias.

LA CULTURA A LA MESA DEL PELLEJO

– ¿Qué espacio debe asignarse a lo económico como base ideológica de la sociedad, sin que desplace a otros aspectos importantes como el humanismo, la cultura y las artes?

– En la historia marxista tradicional, opera el modelo base-superestructura, que sitúa a la base económica como principio explicativo de la dominación social, relegando la cultura y la ideología a un nivel secundario, en el que solo funcionan como reflejo de la producción material. Varios pensadores postmarxistas, han criticado el reduccionismo de esta comprensión economicista de la matriz social. La ideología y la cultura, son parte determinantes de cómo se van configurando las visiones de mundo, que rigen las conductas humanas en una dimensión tanto simbólica como material. No se puede transformar la realidad, sin comprender primero cómo ésta se formula y se interpreta a través de los distintos sistemas comunicativos que pertenecen a la esfera de los discursos.

– Claro, la esfera comercial con todo su lenguaje cambió los signos, dejando al arte sin la iniciativa creadora de nuevos símbolos, los que antes movieron a sociedades completas.

– La producción de sentido es materialmente constitutiva de cómo las comunidades y las identidades se van reconociendo y transformando, apelando a imágenes, símbolos y representaciones. Y, por supuesto, que la cultura desempeña un rol fundamental en la elaboración de estos sistemas que organizan las relaciones de poder. No se puede ubicar a la “realidad” (económico-social) por un lado y, por otro, al “lenguaje” (simbólico-cultural) como si no fuesen dos dimensiones completamente entrelazadas en el modo en que los sujetos van componiendo sus identidades y elaborando sus experiencias con el mundo. Esto, el feminismo lo ha comprendido mejor que nadie, al insistir en que las identificaciones de género, se van encarnando en distintos roles y funciones de la vida cotidiana, según divisiones tanto sexuales como económicas, ya que atraviesan el esquema producción-reproducción.

PARA LA DERECHA CHILENA, LA CULTURA SON LOS “ZURDOS”

– En Argentina se dio un concepto llamado “La batalla cultural”, en el sentido de blindar de una épica a una derecha sin discurso, que le diera valor a sus principios basados en la libertad y el mercado. Ese concepto llegó a Chile post estallido, validando en la derecha chilena la épica pinochetista, para blindarlos de un discurso que había sido liquidado por los horrores de la dictadura. En ese proceso se dieron cuenta que en la cultura estaba su principal enemigo, porque ahí habitaba el espíritu de los “zurdos”, iniciando la retirada de todo auspicio al arte y la cultura. ¿Cómo se revierte este fenómeno que tiene a la cultura en un nivel de precariedad histórico, dado que en la derecha económica se concentra gran parte del poder adquisitivo?

– Efectivamente, las ultraderechas se han apropiado del repertorio de Gramsci, que le pertenecía a la izquierda, para llamar “Batalla cultural” a todo el operativo que están librando en contra del progresismo, la cultura woke, el marxismo cultural, la ideología de género, etcétera. No se puede pasar por alto que la violencia desatada por estas ultraderechas conservadoras y libertarias, va principalmente dirigida en contra del feminismo. Es una respuesta evidente, a la masividad y efectividad con que los movimientos feministas de los últimos quince años se desplegaron internacionalmente, para cuestionar una cierta alianza estructural entre patriarcado y capitalismo. Se sabe que los votantes de Trump o Milei, son mayoritariamente hombres jóvenes y blancos, que se sienten amenazados por el cuestionamiento feminista a la masculinidad dominante. Se combina ahí, un inconsciente sexual masculino hecho de ansiedad y pánico frente al fantasma de lo que el psicoanálisis llama el “fantasma de la castración”, desatado por el feminismo. Las ultraderechas en el mundo, acusan a la ideología de género de destruir el emblema de la Familia, como guardiana de los valores morales de la sociedad, en tanto unidad procreadora que se basa en el binarismo masculino-femenino. Como guion del discurso republicano, se recurre a la “Dios, Patria y Familia”, tanto para exacerbar el discurso represivo de la seguridad pública, como para volver a lo femenino-materno, como pilar del tradicionalismo religioso.

EXTERMINAR EL “NOSOTROS”

– ¿Vivimos la ley del más fuerte en materia cultural, con una competencia desatada, eliminando la colaboración y la solidaridad. ¿Quedará mucha gente en el camino? ¿Quiénes sobrevivirán y cómo cambiará el panorama en Chile?

– El conservadurismo moral se mezcla a la vez, como en el caso de Milei, con un discurso ultra-libertario en lo económico, que persigue la desintegración del Estado y la confiscación de todos los derechos sociales, a favor de un individualismo exacerbado. Para que triunfe el “sálvese quien pueda”, hay que impedir la solidaridad de cualquier “nosotros” que valore lo común. La hipervelocidad de la destrucción pretende acabar con todos los mecanismos que sujetaban mínimamente nociones como el bien común, la democracia, el pacto social y las reglas de convivencia, para lanzar al vacío a ciudadanos atemorizados y, al mismo tiempo, subyugados en términos sacrificiales por lo mismo que los destruye como el emblema de la “motosierra”.

EL SALVAJISMO DE LAS REDES

– En este debate de sobrevivencia, las redes sociales son una cabeza de playa para que francotiradores ideológicos disparen contra los avances.

– Las expresiones de odio, resentimiento y venganza que dominan las redes sociales y la opinión pública, han declarado un estado de guerra contra la izquierda y el progresismo, que se ha trasladado directamente al mundo de las universidades acusadas de “adoctrinamiento” por las ultraderechas. Estas expresiones parten violentando la lengua misma, como lazo comunicativo a fuerza de insultos, descalificaciones, maltratos y obscenidades. Sin embargo, la lengua funciona como vínculo intersubjetivo, que habilita el trato social entre identidades diferentes e incluso opuestas. Degradar la lengua, hasta dejarla convertida en la expresión primaria de sentimientos meramente hostiles, que solo buscan exterminar al otro, es una forma de querer abolir todas las mediaciones simbólicas con las que la cultura se hace cargo de la complejidad y pluralidad del sentido.

– Momentáneamente, estamos acorralados ante la regresión que pretende disolver el pensamiento reflexivo y crítico, el que hace pensar a las sociedades para perfeccionar su destino.

– Por eso es que me parece especialmente urgente defender a las humanidades, a la creación artística y al pensamiento crítico. Las humanidades fueron primero desplazadas por las lenguas tecnocráticas del neoliberalismo, a las que les interesan más el universo numérico de las cifras, que el mundo figurado de las palabras y las imágenes. Actualmente, las extremas derechas detestan a las humanidades porque mantienen viva la tradición del pensamiento crítico. En contra de las nuevas formas de oscurantismo, es más urgente que nunca defender la teoría y la crítica de la cultura para reflexionar sobre la relación entre lenguaje, poder, dominación y violencia que buscan ocultar los totalitarismos y neofascismos.

Fotografía: Paz Errázuriz.



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