CONVERSACIÓN CON AMANDA DURÁN / JULIO DE 2013 EN LA NOCHE 57
CASI AUTODIDACTA
En la búsqueda de su formación, Amanda se orientó a la actuación, al periodismo y la literatura, estudiando teatro en la Universidad de Chile el 2000 y el 2001 en la escuela del famoso mimo francés Marcel Marceau. Luego estudia periodismo una temporada en la Universidad de Playa Ancha cuando regresa a Chile. En literatura se forma tempranamente en un taller con Mauricio Redolés, recuerda:
“Eso fue a los 11 años. Después me tuve que ir de las escuelas donde estudié y hacerme autodidacta, porque no pude financiar esas carreras”.
Publica su primer libro a los 12 años, comenta:
“Mis viejos de niña en lugar de leerme cuentos me leían a Nicanor Parra y desarrollé una admiración profunda por él, porque era muy entretenido. La poesía me parecía mucho más interesante que los cuentos y empecé a escribir poesía de chica”.
Generándose un acercamiento a Nicanor, propiciado por su padre Marcelo Pizarro, escenógrafo del Teatro del Silencio, grupo dirigido por Mauricio Celedón.
Nicanor Parra accede a recibirla, luego de la gestión del periodista León Pascal, muy cercano a Pablo Ugarte del grupo UPA, pareja de Colombina Parra en ese entonces. Nicanor en la terraza de su casa de La Reina, le da su bendición con un texto que lee a Amanda, convirtiéndose en el prólogo de su libro “Zona Primavera” (RIL Editores, 1994).
En esa etapa su padre fue gravitante en varios aspectos, relata:
“Antes de sacar el libro Zona Primavera, Mauricio Redolés era muy amigo de mi papá, iba a la casa todos los días y ahí comentó que estaba dirigiendo un taller y yo quise ir con él. Me pasaba a buscar a la casa y nos íbamos caminando al taller. Todos eran grandes, yo era la más chica. Levantaba la mano para ir al baño. Una vez se me cayó un diente y uno de los asistentes que era dentista fue muy tierno. Estaba muy asustada con el diente y la sangre. Los demás estaban enternecidos con la escena”.
- ¿Tuviste un acercamiento emocional o intelectual con la escritura?
- Como era chica, tuve el mejor acercamiento con la poesía, porque empecé a escribir antes de esas situaciones de amor y dolor. Mis viejos tuvieron una vida de eternos jóvenes, muy creativa en varios planos. Con mis hermanos estuvimos un poco al desamparo viviendo con eso y mi abuelo me enseñó que podía escribir y soltar muchas cosas con la escritura. A mi hermana le enseñó a pintar y a cantar. A mi hermano no sé qué le enseñaron porque ahora es ingeniero comercial.
Nunca estuve sola, cuando mis viejos carreteaban con sus amigos me encantaba estar sola en mi pieza escribiendo y no por hechos traumáticos.
- ¿Después tomaste talleres con otras personas?
- Sí, en Argentina, con Alberto Laiseca a los 20 años. Un taller de novela y cuentos. Me encantaba, lo veíamos en la tele leyendo sus cuentos de terror. Cuando llegamos a Argentina a vivir con mi marido, Hernán, dijimos, vamos a tomar un taller con alguien que nos guste mucho. Buscamos en la guía de teléfono a Laiseca, y me mandó a la mierda, era muy machista, –después fue un amor–. Bueno, acto seguido lo llamó Hernán y a él le dijo que sí. Empezamos a ir los martes con un vinito bajo el brazo, nos sentábamos con él en una pieza rodeada de libros, todos cubiertos de papel blanco, con mucho polvo y gatos. Nos leía lo que estaba escribiendo en esa época y nos hacía escribir cuentos que tenían que ver con su escritura, era una actividad entretenida.
-¿Cuántos libros tienes publicados?
- Dos libros, el primero “Zona Primavera”, que fue una compilación que hicieron mis papás Tamara y Marcelo, con dibujos que hizo mi mamá. Súper bonito, fue un acto de amor reunirnos ante mi poesía, siendo que ellos estaban recién separados.
Después escribí “Ovulada”, un libro en que los mandé a la mierda, un libro acerca de todos los fantasmas que tuve de chica en mi familia, que hablo de mi mamá y de su relación con mi padre:
“Ella traga sus testículos en un vaso de agua o sangre, rememora viejos tiempos de mierda, rotunda como un funeral, el último hijo que le arrancaron le da un beso en la espalda”.
Recuerdo lo escribí pensando que era una terapia para mí, que ellos nunca lo iban a leer y por eso me solté tanto.
A veces cuando uno piensa que te van a leer, piensas mucho en el lector y me solté un montón. Trabajé “Ovulada” por varios años, hasta que llegó a manos de un amigo que lo mandó a Mago Editores, quienes lo quisieron publicar.
Me junté con mis padres, les mostré el libro, les pregunté si estaban de acuerdo en publicarlo y estuvieron de acuerdo. Se lo lloraron todo en el lanzamiento, salieron bien heridos. “Ovulada” se publicó el 2007 en Chile y el 2008 en España, en la editorial Amargord, quien me pagó por la publicación.
Mi papá fue el que salió más tocado, como el culpable de todos los males y mi mamá salió como una personita que sufría y que se dedicaba a pintar sobre las tumbas de sus hijos. Yo la vi un poco a ella, sobreviviendo siempre, súper apasionada, dolida y siempre buscando el amor, murió buscando el amor.
- ¿A qué edad te separaste de tu mamá, cómo fue el contacto con ella?- Me separé de ella cuando partí a Francia a los 19 años, pero después volví a vivir con ella. En realidad viví con uno y con otro, hasta los 21 que me fui a Argentina con Hernán.
Con mi madre empecé una relación de amistad y con mi viejo una relación de papá, que con el tiempo nos fue acercando.
Mi papá fue un eterno enamorado de mi mamá, por ahí siempre sufrió muchas situaciones de las que no me daba cuenta. Con mi mamá empezamos a salir mucho a marchas, ella propiciaba que fuéramos a las protestas, que siempre estuviéramos activas con mi hermana Taira, que pinta y canta. Pasado un tiempo mi mamá se fue a vivir al sur, a Pelluhue, hasta que llegó el tsunami de 2010 y se llevó su casa.
Eso nos unió fuertemente, hicimos caravanas de ayuda a los damnificados con varios artistas. La fui a buscar para que se viniera a Santiago, sin embargo, después de un buen tiempo de no vivir con ella, terminamos abrazaditas durmiendo en una plaza, porque no se quería venir, encontraba injusto que todos se escaparan y dejaran a los niños y a la gente desamparados. Me acuerdo que ahí se quedó y recuperó su casa poco tiempo antes de morir y murió en su casa.
Esa casa le costó un montón con el tema de los subsidios, se demoraron cerca de dos años y además le hicieron la vida imposible con los trámites. Tenía que quedarse cinco años, si no se la quitaban. Ella se fue sola, casi un mártir por recuperar su casa, terreno donde están los recuerdos más lindos de nuestra infancia. Creo que lo hizo por sus nietos, para que también tuvieran esos recuerdos.
De chica siempre me hablaron que mi mamá fue muy importante en los ochenta, el Pancho Casas (integrante de Las Yeguas del Apocalipsis), la bautizó como La Perestroika. Ella se presentaba cuando llegaba a un lugar:
“Soy La Perestroika, la puta más grande de Chile, la que cobra por no acostarse contigo”.
Eso fue en los tiempos que la Concertación se estaba armando y había algunos amigos que, supuestamente eran de izquierda, pero estaban estableciendo acuerdos para ocupar puestos de poder y eso, se estaba notando. A esto, ella le llamó La Perestroika, que fue cambiar la libertad por algo, por una libertad mal encausada, entonces, este personaje se prostituye a cambio de algo. Mi madre tenía este personaje con las Yeguas del Apocalipsis, que también era por la libertad sexual, para demostrar que la ambigüedad también podía ser hermosa.
Esta es la razón por la que siempre quise acercarme a la poesía con tanta garra, porque quería acercarme al personaje que ella fue, aproximándome a las vivencias que ella tuvo. Me hice amiga de sus amigas y traté siempre de revivir los temas que ella vivió con una admiración profunda.
Mi vieja fue comunista, jotosa, participó de otras agrupaciones también. Estuvo en la APJ, (Agrupación de Pintores Jóvenes) y en la Brigada Ramona Parra, fue bien multidisciplinar.
- ¿Conoces alguna historia que haya protagonizado con las Yeguas del Apocalipsis?- El personaje La Perestroika se vestía de prostituta con ligas, connotando la apertura sexual que se acostaba por placer y no cobrando por eso. Una vez en el Cine El Biógrafo, a un transportista, dirigente político, que no quiso decirme nunca su nombre, me imagino que las amigas del Pancho Casas saben de quién se trataba. Quizá no me lo dijo porque al parecer estaban retomando conversaciones, sin embargo, ella lo encontraba peligroso. A este tipo en el cine, que andaba detrás de ella, que le gustaba La Perestroika y se había vendido a la Concertación, ella se acerca y se sienta en sus piernas para excitarlo, y cuando lo logra se orina encima de él. Enseguida, se dirige al baño y se cambia de calzones con una dignidad impresionante.
MI MAMÁ ERA PUNKUna vez me contó, que con Las Yeguas del Apocalipsis, fueron con pistolas de pintura al lanzamiento de un libro de Enrique Lafourcade y dejaron la cagá. Recuerdo que en otra oportunidad, en un cóctel en el Chileno- Británico, donde había que ir muy elegante y que asistirían todos los que iban a tener puestitos de poder en los 90, llegaron las Yeguas con unos abrigos muy elegantes, que sorpresivamente se sacan y debajo estaban con portaligas y corsés y mi mamá con las tetas al aire.
Mi mamá mantuvo hasta sus últimos días esa actitud punky, esa actitud viva, instantánea. Yo que siempre he sido una personita más gris tratando de imitarla, casi un personaje de oficina tratando de ser punky, no me salió nunca, pero por lo menos la acompañé harto.
- Como escritora no haces performance, estás más centrada en la escritura, ¿qué opinas de los poetas que leen en público?- En general los poetas tratan de tener una puesta en escena, pero no todos lo logran, son pocos los que cautivan o llaman la atención. En ciertos casos es la letra y lo que escriben lo que te cautiva, dando lo mismo cómo leen. Hay gente joven haciendo performance, pero yo hace rato que no salgo, me escondí. Dejé de escribir y ahora con la muerte de La Perestroika volví a escribir. Antes de eso escribí “Putita de Dios”, después de “Ovulada”, como un acto performático, tratando de lograr lo que hizo mi vieja, pero a una escala mínima. Instalándome casi como una virgen a leer en público en un homenaje a las putitas de Dios, a modo de reconocimiento a La Perestroika, a las niñas violadas y en el nombre de todas las que fueron abusadas. Después de eso escribí La Perestroika y fue bien doloroso porque me di cuenta que con ese texto, estaba matando a mi madre y por una idea extraña me dije que no puede haber un homenaje en vida de quien fue La Perestroika, que no es mi mamá, mi madre es Tamara Durán. La Perestroika es este otro ser. Entonces el personaje tiene que terminar y tiene que morir de alguna manera, entonces cree un inicio, un desenlace y un cierre. Inventé que moría baleada en General Velásquez, que pudo haber pasado miles de veces, porque mi vieja era una sobreviviente, ella estuvo en General Velásquez peleándola y pintando con la Ramona Parra.
De ahí me vino un dejo, no tuve ganas de ir a lecturas, sentía que no tenía mensajes que dar y lo que estaba escribiendo me estaba dando depresión profunda. Lo que hice fue escribir para antologías. Las lecturas no las estaba disfrutando, ni estaba haciendo nada de calidad.Me agotó el ambiente de los poetas, porque me junté con lo peor y tuve un desgaste emocional fuerte. Me embaracé y empecé a tener un proceso íntimo con mi familia. Ahora que retomo el poema de La Perestroika y lo leo en su velorio, veo que es lo que realmente le pasó, como que sus restos se fueran del río al mar. Por eso volví a escribir y fue urgente, necesité hacerlo, necesité decir muchas cosas, necesitaba hablarle a La Perestroika y mantenerme en contacto con ella y conmigo.
El miedo a lo lúgubre fue lo que me alejó de la poesía hace un año y ahora me conecta con mi madre, creo que son procesos, un rato no más, porque cuando te gusta tanto hacer algo no lo dejas de hacer para siempre, además seguí escribiendo, lo que pasa es que no lo mostraba.El poema La Perestroika, cuando me dio susto, lo tiré lejos, ahora lo estoy retomando, me imagino que lo trabajaré y lo tendré que publicar. El poema “Putita de Dios” cuando lo publiqué, aparecieron otros tres poemas iguales de otras mujeres. Y me dije, “pasó la vieja”.
Es un poema súper católico, “Putita de Dios que quitas el pecado del mundo...”, como una misa, planteado con una estructura de misa. Me voy a Valparaíso y una amiga que quiero mucho me dice: “Amanda, tengo un poema nuevo que voy a leer acá en el festival” y de repente se viste de monja y empieza su discurso, tirando la primera piedra.
- Hay un tema religioso en la poesía de muchas mujeres escritoras en Chile, que ironiza la oración.- Claro, porque es una religión súper patriarcal, que te enseña a ser sumisa y obedecer a los requerimientos del ser humano masculino.
- Además con toda la iconografía de estampitas. ¿Tienes un trabajo plástico con eso también?
- Sí, con fotos eróticas, de cuando empezó la fotografía, coloreadas y las convierto en estampitas de santos porno.
- Hay otros escritores que te han influenciado aparte de Parra- No soy mucho de mencionar escritores, a pesar que estudié literatura. De Rokha me encantaba, en una época me volvía loca, con esa cosa oscura, enamorado de Winett y al mismo tiempo hablando de la muerte constantemente, hasta que se los llevó a todos la muerte en esa familia. Pero a mí no me gusta endiosar a los del pasado, me gusta harto leer lo de ahora y aprender a escuchar a los más chicos, porque alguna vez fui chica y tuve cosas que decir. Me sigue gustando De Rokha, Lihn, Lira, me gustó Gonzalo Rojas una época y Millán, pero me gustaba más la narrativa, la narrativa argentina y fui muy nerudiana también.
- En relación a la memoria de tu madre, dentro de lo que has mencionado, una mujer aguerrida, luchadora, ¿heredaste algo de eso, como las ganas de pelear?- Creo que ella me enseñó a trabajar en colectivo, armar equipo, a entender que el otro es parte de tu misma lucha también, lo que es muy difícil hacer en poesía y en literatura, porque es un trabajo más individual y no necesitamos al otro para seguir adelante. Ahí están las lecturas donde no se escuchan mucho los unos a los otros a veces, pero se logran cosas. Creo que he tratado desde esa perspectiva, trabajar en colectivo desde chica; lo que hicimos con las caravanas al sur fue súper colectivo; se juntaron poetas que se llevaban pésimo en otras instancias, que nunca pensaron en ir a una lectura juntos y fueron en el mismo bus a Pelluhue, leyendo en las fogatas con los niños en los campamentos, la biblioteca, etcétera.
Mi vieja tenía un poema de cuando era joven, del 86, en el que decide que el resto de su vida va a ser colectiva, que va a ser para los otros y que por los otros su vida encontraba sentido. Así vivió consecuentemente el resto de sus años, siempre preocupándose de los otros. A mí me cuesta más porque no soy ella, soy otro ser humano, tengo esto de escribir poesía, de irme para adentro sola a escribir a un rincón, pero logro salir de eso también.
Estuve en la universidad, en las federaciones, siempre tratando de ser parte del colectivo y trabajar por otros. Fui de la Jota, pero me pasé muy rápido al partido, milité con Tellier de hecho en la Sech, pero a mí el partido me desilusionó antes, me fui de la Jota, no me gustó que se hicieran las cosas tan rápido, para las marchas, pero en realidad no hacías nada a largo plazo como vamos a hacer esto en la población y trabajarlo a largo plazo, era todo muy inmediatista.
En esta conversación me di cuenta de lo importante que fue mi madre en mi escritura, en mi proceso. Uno lo sabe, lo asimila, pero cuando lo llevas a una conversación como ésta, queda tácito, queda el registro. Por algo mi apellido como escritora es Durán y no Pizarro.
Mi vieja antes del tsunami en Pelluhue, hacía esculturas en arena y lo hacía todos los veranos, invitaba a artistas y me invitaba siempre a mí y a mi hermana Taira. La gracia de estas esculturas era eso, que se las llevaba el mar y después vino el tsunami que mas encima se llevo las casas. Ahí mi vieja se voló con el tema de la impermanencia, de que todo es tan sutil y que nada es permanente, nada es para siempre. Siento que la última performance que hizo fue su muerte, su cuerpo se fue en las cenizas por el río y se las llevó el mar. Esa fue la última huella de impermanencia de la Tamara Durán.
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